De
numerosos militares argentinos quedaron gestos o expresiones que
aseguraron su ingreso en la historia con recuerdos memorables.
El día 9 de diciembre de 1873 se libró, en la provincia de Entre Ríos, en las inmediaciones de un arroyo cerca de Nogoyá, la batalla que recibiera el nombre de Don Gonzalo (nombre del arroyo donde se produjo la acción) entre Unitarios y Federales.
Esta tuvo por consecuencia la derrota del caudillo Ricardo López Jordán frente a las fuerzas nacionales, al mando del general Martín de Gainza.
El mayor Nicolás Levalle al mando del “5° de Fierro”, tenía orden de cargar al oponente. A punto de hacerlo, recibió la contraorden del general Gainza: Debía replegarse. Levalle la ignoró y continuó los aprestos.
El general despachó un ordenanza reiterando el parte, que el subordinado otra vez desoyó.
Impaciente, Gainza envía otro ayudante con una orden perentoria:
“Mayor Levalle, desista del ataque o le mando pegar cuatro tiros”.
Levalle vuelve a hacer oídos sordos, arremete al frente de sus hombres –eran infantes; en esa época, el jefe debía marchar montado– y recibe un disparo en la rodilla. Impávido, chorreando sangre, continúa la carga, que dura varias horas, y concluye por aplastar la resistencia de los adversarios. Al final, con el último aliento, se presentó al general Gainza:
“Señor, vengo a que me pegue los tres tiros que faltan; el cuarto me lo dieron en la batalla”.
Fuente: Capitán Juan Norberto Rubio Larreta.
El día 9 de diciembre de 1873 se libró, en la provincia de Entre Ríos, en las inmediaciones de un arroyo cerca de Nogoyá, la batalla que recibiera el nombre de Don Gonzalo (nombre del arroyo donde se produjo la acción) entre Unitarios y Federales.
Esta tuvo por consecuencia la derrota del caudillo Ricardo López Jordán frente a las fuerzas nacionales, al mando del general Martín de Gainza.
El mayor Nicolás Levalle al mando del “5° de Fierro”, tenía orden de cargar al oponente. A punto de hacerlo, recibió la contraorden del general Gainza: Debía replegarse. Levalle la ignoró y continuó los aprestos.
El general despachó un ordenanza reiterando el parte, que el subordinado otra vez desoyó.
Impaciente, Gainza envía otro ayudante con una orden perentoria:
“Mayor Levalle, desista del ataque o le mando pegar cuatro tiros”.
Levalle vuelve a hacer oídos sordos, arremete al frente de sus hombres –eran infantes; en esa época, el jefe debía marchar montado– y recibe un disparo en la rodilla. Impávido, chorreando sangre, continúa la carga, que dura varias horas, y concluye por aplastar la resistencia de los adversarios. Al final, con el último aliento, se presentó al general Gainza:
“Señor, vengo a que me pegue los tres tiros que faltan; el cuarto me lo dieron en la batalla”.
Fuente: Capitán Juan Norberto Rubio Larreta.