Porque Sir Henry Cole no pudo enfrentar la perspectiva de enviar cartas escritas de su puño y letra a su enorme círculo de parientes, amigos y conocidos cada Navidad.
Cole era un hombre atareado y enérgico que siempre encaraba nuevos planes y proyectos, el Museo de Victoria y Albert, el Real Colegio de Música, el Albert Hall y hasta los Baños Públicos fueron productos de su emprendimiento.
A comienzos de la década de 1840 Cole pidió a un miembro de la Real Academia de nombre John Horsley que le diseñara una tarjeta de Navidad. Horsley entregó el encargo en noviembre de 1843, y Cole mandó imprimir mil copias sobre una resistente cartulina por el procedimiento de litografía, y luego las hizo colorear a mano. Fueron vendidas en el número 12 de Old Bond Street en Londres, donde Cole publicaba libros ilustrados para niños, al precio de un chelín cada una, pero el proyecto fracasó pues el público no estaba aún preparado para este tipo de saludo navideño. Cierto sector puritano hasta lo halló de mal gusto.
Cole evidentemente se había adelantado a su tiempo, y cabe preguntarse cómo llegó a inventar algo que con posterioridad se tornaría inmensamente popular a escala mundial. ¿Qué influencias lo movieron a crear la primera tarjeta comercial navideña?
Ya existían tarjetas de salutación de otros tipos que pudieron haberle dado la idea. Tarjetas de Año Nuevo existían y eran moda desde el siglo XV en Europa, y en Inglaterra eran populares las tarjetas de San Valentín. También era común que a los escolares ingleses se les asignara al final del período de invierno la tarea de diseñar "piezas de Navidad" para sus padres. Estas consistían en hojas de papel cuyos bordes estaban adornados con motivos estacionales, dentro de las cuales debían redactar en su mejor caligrafía un mensaje de amor navideño.
Otro importante ingrediente sumó su influencia. En el año 1840 el costo de despachar correspondencia sufrió una drástica revisión. Con anterioridad enviar una pequeña carta costaba cuatro peniques, suma importante en aquel tiempo, pero la dramática reforma introdujo la estampilla postal y el franqueo se redujo a un penique, lo cual tomó financieramente viable el envío de grandes cantidades de tarjetas navideñas. ¿Quién fue el activo secretario de la comisión que promovió la reforma postal? ¡Pues quién sino el mismísimo "padre de la tarjeta de Navidad", Henry Cole!
Pese al fracaso de su proyecto inicial, otros seguirían eventualmente el ejemplo de Cole. Alrededor de 1860 se descubrió un nuevo método para imprimir en colores, que permitió reducir el precio de las tarjetas. Luego, en 1870, se innovaron una vez más las tarifas postales al introducirse una nueva estampilla de medio penique para cubrir el franqueo de tarjetas, lo cual motivó un verdadero diluvio de cartones navideños, muchos de ellos sensiblemente mejorados en su diseño y elaboración. Se hicieron tan populares y generaron tanto placer que, inevitablemente, algunos Scrooges* (Malvado personaje de los Cuentos de Navidad de Charles Dickens) navideños hicieron oír sus protestas. Una iracunda carta dirigida al diario The Times en 1877 las condenaba como un "mal social". Pero ya nada podía detenerlas, y hoy en día, solamente en Gran Bretaña, más de mil millones pasan por el correo cada diciembre.
A mediados del siglo XIX los Estados Unidos importaron algunas tarjetas inglesas, pero en 1875 descubrieron su propio "padre de la tarjeta navideña", un inmigrante alemán de nombre Louis Prang, experto litógrafo. Vivía en Boston, y pronto su negocio prosperó gracias a esta nueva moda.
Tal vez uno de los más sorprendentes rasgos de las primeras tarjetas sea la manera en que evitaban todo tipo de imaginería cristiana. La primera, diseñada por Cole, exhibía como motivo central a una alegre familia en evidente actitud de ingerir grandes cantidades de alcohol. Sus vasos repletos estaban alzados para brindar, y el mensaje escrito deseaba "Una alegre Navidad y un Feliz Año Nuevo para Ti". Este mensaje ha perdurado, y no es por accidente que la palabra "alegre" se ha convertido gradualmente en sinónimo de "intoxicado". (Algunos victorianos se enfurecieron por el hecho de que la familia de la tarjeta de Cole incluía a niños pequeños bebiendo alcohol.)
Además de celebrar los aspectos festivos de la Navidad mediante Papás Noel de generoso porte, enormes budines y tentadoras botellas de vino, las primeras tarjetas también mostraban una amplia gama de diversiones estacionales tales como juegos de salón, el espectáculo de títeres Punch & Judy, bailes, escenas de patinaje sobre hielo, hombrecitos de nieve, parejas compartiendo crackers y personas descolgando regalos del árbol.
Otras tarjetas victorianas mostraban paisajes nevados, muérdago, rosas, arreglos florales y, aunque parezca extraño, desnudos de niñas pequeñas que apenas habían alcanzado la pubertad. (Esto tiene que haberle resultado especialmente desagradable a quien diseñó la primera tarjeta de Navidad, John Horsley, quien alcanzó tal fama en su campaña contra los desnudos en el arte que se ganó el mote de "Horsley, el vestido".) Raramente se veían imágenes sagradas tales como escenas de la Natividad o a tres reyes siguiendo a una estrella.
El porqué de este prejuicio no deja de ser un misterio. Tal vez se juzgó a la tarjeta navideña demasiado trivial para ser portadora de mensajes religiosos, o acaso —como se hace cada vez más evidente a medida que se observa más de cerca la Navidad— el elemento cristiano nunca ha sido tan prominente como sería de desear.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
Cole era un hombre atareado y enérgico que siempre encaraba nuevos planes y proyectos, el Museo de Victoria y Albert, el Real Colegio de Música, el Albert Hall y hasta los Baños Públicos fueron productos de su emprendimiento.
A comienzos de la década de 1840 Cole pidió a un miembro de la Real Academia de nombre John Horsley que le diseñara una tarjeta de Navidad. Horsley entregó el encargo en noviembre de 1843, y Cole mandó imprimir mil copias sobre una resistente cartulina por el procedimiento de litografía, y luego las hizo colorear a mano. Fueron vendidas en el número 12 de Old Bond Street en Londres, donde Cole publicaba libros ilustrados para niños, al precio de un chelín cada una, pero el proyecto fracasó pues el público no estaba aún preparado para este tipo de saludo navideño. Cierto sector puritano hasta lo halló de mal gusto.
Cole evidentemente se había adelantado a su tiempo, y cabe preguntarse cómo llegó a inventar algo que con posterioridad se tornaría inmensamente popular a escala mundial. ¿Qué influencias lo movieron a crear la primera tarjeta comercial navideña?
Ya existían tarjetas de salutación de otros tipos que pudieron haberle dado la idea. Tarjetas de Año Nuevo existían y eran moda desde el siglo XV en Europa, y en Inglaterra eran populares las tarjetas de San Valentín. También era común que a los escolares ingleses se les asignara al final del período de invierno la tarea de diseñar "piezas de Navidad" para sus padres. Estas consistían en hojas de papel cuyos bordes estaban adornados con motivos estacionales, dentro de las cuales debían redactar en su mejor caligrafía un mensaje de amor navideño.
Otro importante ingrediente sumó su influencia. En el año 1840 el costo de despachar correspondencia sufrió una drástica revisión. Con anterioridad enviar una pequeña carta costaba cuatro peniques, suma importante en aquel tiempo, pero la dramática reforma introdujo la estampilla postal y el franqueo se redujo a un penique, lo cual tomó financieramente viable el envío de grandes cantidades de tarjetas navideñas. ¿Quién fue el activo secretario de la comisión que promovió la reforma postal? ¡Pues quién sino el mismísimo "padre de la tarjeta de Navidad", Henry Cole!
Pese al fracaso de su proyecto inicial, otros seguirían eventualmente el ejemplo de Cole. Alrededor de 1860 se descubrió un nuevo método para imprimir en colores, que permitió reducir el precio de las tarjetas. Luego, en 1870, se innovaron una vez más las tarifas postales al introducirse una nueva estampilla de medio penique para cubrir el franqueo de tarjetas, lo cual motivó un verdadero diluvio de cartones navideños, muchos de ellos sensiblemente mejorados en su diseño y elaboración. Se hicieron tan populares y generaron tanto placer que, inevitablemente, algunos Scrooges* (Malvado personaje de los Cuentos de Navidad de Charles Dickens) navideños hicieron oír sus protestas. Una iracunda carta dirigida al diario The Times en 1877 las condenaba como un "mal social". Pero ya nada podía detenerlas, y hoy en día, solamente en Gran Bretaña, más de mil millones pasan por el correo cada diciembre.
A mediados del siglo XIX los Estados Unidos importaron algunas tarjetas inglesas, pero en 1875 descubrieron su propio "padre de la tarjeta navideña", un inmigrante alemán de nombre Louis Prang, experto litógrafo. Vivía en Boston, y pronto su negocio prosperó gracias a esta nueva moda.
Tal vez uno de los más sorprendentes rasgos de las primeras tarjetas sea la manera en que evitaban todo tipo de imaginería cristiana. La primera, diseñada por Cole, exhibía como motivo central a una alegre familia en evidente actitud de ingerir grandes cantidades de alcohol. Sus vasos repletos estaban alzados para brindar, y el mensaje escrito deseaba "Una alegre Navidad y un Feliz Año Nuevo para Ti". Este mensaje ha perdurado, y no es por accidente que la palabra "alegre" se ha convertido gradualmente en sinónimo de "intoxicado". (Algunos victorianos se enfurecieron por el hecho de que la familia de la tarjeta de Cole incluía a niños pequeños bebiendo alcohol.)
Además de celebrar los aspectos festivos de la Navidad mediante Papás Noel de generoso porte, enormes budines y tentadoras botellas de vino, las primeras tarjetas también mostraban una amplia gama de diversiones estacionales tales como juegos de salón, el espectáculo de títeres Punch & Judy, bailes, escenas de patinaje sobre hielo, hombrecitos de nieve, parejas compartiendo crackers y personas descolgando regalos del árbol.
Otras tarjetas victorianas mostraban paisajes nevados, muérdago, rosas, arreglos florales y, aunque parezca extraño, desnudos de niñas pequeñas que apenas habían alcanzado la pubertad. (Esto tiene que haberle resultado especialmente desagradable a quien diseñó la primera tarjeta de Navidad, John Horsley, quien alcanzó tal fama en su campaña contra los desnudos en el arte que se ganó el mote de "Horsley, el vestido".) Raramente se veían imágenes sagradas tales como escenas de la Natividad o a tres reyes siguiendo a una estrella.
El porqué de este prejuicio no deja de ser un misterio. Tal vez se juzgó a la tarjeta navideña demasiado trivial para ser portadora de mensajes religiosos, o acaso —como se hace cada vez más evidente a medida que se observa más de cerca la Navidad— el elemento cristiano nunca ha sido tan prominente como sería de desear.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
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