La particular y destacable participación del Esc Expl C Bl 10 en la
recuperación temporaria de nuestras Islas Malvinas y, consecuentemente,
de los combates allí desarrollados, genera en mi, no sólo recuerdos,
sino que me permite revivir, una vez más, hechos y situaciones
transcurridos en esa ocasión.
Asimismo, los recuerdos afloran, se vuelven vívidos y cada uno de los episodios
parece cobrar vida. Dentro de ellos, existe uno que siempre se presenta
ante mí con gran intensidad, y puesto a pensar en las razones de ello,
debo concluir que es así porque se refiere a la conducta de un verdadero
soldado.
En esta ocasión, además de revivir esos instantes en la
intimidad, creo que sería un justo homenaje de mi parte difundirlo con
mayor intensidad a la empleada hasta el momento y compartir ese especial
recuerdo con otros que se interesen en conocer las pequeñas grandes
verdades de lo sucedido en las Islas Malvinas.
Durante las
operaciones, me desempeñé como jefe de una fracción del Escuadrón de
Exploración de Caballería Blindado 10 “Cnl Isidoro Suárez”, único
elemento de esa arma que participó con la totalidad de sus efectivos en
la defensa de las Islas.
Dicha fracción, en el cumplimiento de su
misión, pagó un caro tributo en sangre sufriendo seis muertos: tres
suboficiales y tres soldados. Entre los primeros se encontraba el
Sargento de Caballería Adolfo Luis Cabrera, quién revistaba como jefe de
grupo en la primera sección de exploración. Ese suboficial, oriundo de
Concordia esa generosa tierra entrerriana que tanto ha aportado al arma
de caballería -, llevaba escasos meses destinado en el Escuadrón, pero
se había integrado rápida y completamente, merced a un destacable
esfuerzo de su parte.
El elemento a mis órdenes, constituido en
reserva a pie de la Agrupación Ejército Puerto Argentino, se empeñó en
combate directo con el enemigo del 11 al 14 de junio, día de la
capitulación.
En la noche del 13 al 14 de ese mes, después de
realizar varios desplazamientos ordenados, esta reserva se incorporó al
dispositivo del RI Mec 7 en las alturas de Wireless Ridge y ocupó el
extremo oeste, con la 1ra sección en dicha posición, cerrando el flanco
correspondiente. El ataque británico, después de ejecutar un
aferramiento frontal, se materializó con un envolvimiento con centro de
gravedad en ese sector, implicando como consecuencia natural, que la
citada sección recibiera el ataque más intenso, lo que determinó, que
fuera la que más bajas sufriera, tanto en muertos como en heridos.
En esas acciones cayó en cumplimiento de su deber, entre otros, el Sargento Cabrera.
Hasta ahí el relato breve, frío, pero natural de los hechos.
Asimismo, es conocido que una vez producida la capitulación, se
concretó la evacuación de los soldados argentinos prisioneros de guerra,
permaneciendo en las Islas en condición de tales un número reducido de
militares. La casualidad quiso que la totalidad de los oficiales del
Escuadrón permanecieran allí, lo que motivó que se perdiera la
posibilidad de mantener contactos posteriores con los soldados, porque
al llegar de regreso a los cuarteles fueron licenciados definitivamente.
Con posterioridad, cuando me desempeñé como jefe del Escuadrón 1 de La
Tablada, heredero del antiguo Escuadrón 10, pude reencontrarme con
algunos ex soldados veteranos, circunstancia que posibilito tomar
conocimiento parcial del tema que hoy me ocupa, aunque sin datos
concretos ni testimonios directos.
Desde hace dos años, mis
contactos con los antiguos soldados, se han incrementado. Esta
circunstancia, posibilitó el reencuentro con quienes hace más de veinte
años no veía y que fueron testigos directos del hecho, teniendo con ello
la posibilidad de confirmar el episodio que paso a relatar
En la
circunstancia antes descripta del ataque británico a la posición de la
fracción a mis órdenes, debe mencionarse que previo a la acción directa
del enemigo, se produjo en el sector un durísimo combate contra las
tropas inglesas que ejecutaban el aferramiento frontal, todo ello
acompañado, por parte de las fuerzas británicas, de un impresionante
apoyo de fuego de características excepcionales por su volumen e
intensidad, que incluyó fuego de artillería de campaña y naval; de
misiles antitanques empleados en contra de las posiciones defensivas, y
sobre final, fuego de los cañones de los tanques empleados como
artillería contra esas mismas posiciones. La excepcional intensidad de
lo expresado, además de la experiencia personal que avala tal
afirmación, ha sido recogida por variadas publicaciones tanto británicas
como argentinas.
Es de destacar que la reserva se empeñó en un
sector no previsto, no preparado, sin que hayan mediado reconocimientos y
acuerdos, sumándose a ello, que la aproximación al lugar para ocupar el
dispositivo con posiciones precarias, aprovechándose las salientes
rocosas del terreno, se ejecutó de noche y bajo fuego. La 1ra Sección
sufrió especialmente dicha situación, dado que cubrió un frente no
previsto por las tropas del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, a
cargo de ese sector originalmente.
Dicha situación, como ya expresé,
se vio agravada al concretarse el ataque principal enemigo por el
flanco oeste, que incidió directamente sobre la Sección mencionada, la
cual debió soportar la peor parte de la acción ofensiva. Tanto es así
que, pese a los denodados esfuerzos realizados, ante el progreso del
ataque caracterizado por su gran superioridad, el comandante de la
Agrupación Ejército “Puerto Argentino”, en un intento por disminuir el
ritmo de avance del enemigo o detenerlo si ello hubiera sido posible,
ordenó la ejecución de los propios fuegos sobre el sector de la 1ra
Sección, con riesgo de batir a la propia tropa.
Lo expresado busca
evidenciar, en la medida de lo posible y dentro de la brevedad necesaria
del relato, una situación que, para toda la reserva a pie y para esa
sección especialmente, resultaba crítica, les exigía una disposición
especial y ponía a prueba las condiciones y cualidades de sus
integrantes.
Cuando la situación se tornaba insostenible, después de
recibir la orden de repliegue para la reserva a mis órdenes, impartí la
misma orden a las secciones. Para la 1ra Sección resultaba más
complicada su ejecución dado que se encontraba combatiendo en las
distancias cortas, con un nivel de aferramiento importante y con riesgo
de ser aferrada definitivamente.
En ese marco, su jefe el Teniente
Bertolini, transmitió a sus grupos la misma orden mientras el del
Sargento Cabrera combatía valerosamente con el enemigo bajo gran
presión. Al recibir la orden, ante la dificultad de replegarse estando
en contacto tan próximo con el enemigo, conocedor del riesgo de vida que
implicaba para sus integrantes, dicho jefe de grupo no dudó y ordenó a
sus soldados replegarse, permaneciendo en la posición a efectos de
cubrirlos con sus fuegos y permitirles romper el contacto.
En la
ejecución de esta acción, mientras sus soldados lograron desprenderse,
para replegarse con el resto de la sección y de tal forma preservar sus
vidas, el Sargento Cabrera entregó la suya en defensa de sus hombres.
Esta actitud, tan simple en su ejecución y tan grande en su
trascendencia, es propia de un héroe de nuestra moderna historia
militar, de un soldado cabal y de alguien que supo transformar en hechos
su promesa de morir en cumplimiento del sagrado deber militar. El
Sargento Cabrera entregó su vida en la forma en que lo hacen los grandes
soldados.
Ese hecho, nos muestra grandeza de espíritu, nobleza de
alma, espíritu de sacrificio, virtudes que sólo caben en un corazón
noble como el que tenía nuestro suboficial.
Indudablemente, habrá
quien piense que el Sargento Cabrera cumplió con su misión, y eso es
verdad, pero no sólo cumplió con ella, sino que ofreció su vida,
logrando así preservar la de sus subordinados.
Este relato pretende
difundir una conducta, rendir tributo a su valentía y expresar el
orgullo que siento por haberlo tenido a mis órdenes.
Seguro que
tendrá el permanente agradecimiento de quienes por su entrega salvaros
sus vidas, esperando que ellos incorporen en sus plegarias los votos
para el eterno descanso del verdadero soldado que fue el Sargento Adolfo
Luis Cabrera y que su señora esposa y su hijo, ya hombre, tengan el
íntimo orgullo por las virtudes militares que él evidenció en su hora
suprema.
Sargento de Caballería Adolfo Luis Cabrera, descansa en
paz, está seguro que has honrado la tradición de honor, valor y lealtad
propia de los verdaderos soldados del Ejército Argentino, y con tu
actitud eres ejemplo de virtudes militares.
General de Brigada Rodrigo A. Soloaga. Ex 2do Jefe del Esc Expl C Bl 10 “Cnl Isidoro Suárez”, Comision del Arma de Caballería.
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