El Regimiento pasa
como pupilas ávidas e inquietas,
las gallardas y austeras bayonetas
brillan al haz solar que las abrasa.
El son de los clarines
deja en el alma un ensueño de laureles
y a sus guerreras notas los corceles
alzan al viento sus salvajes crines
Con los ojos extasiados
la muchedumbre sigue por la senda
esa pálida bruma de leyenda
que flota alrededor de los soldados
Y el gran himno sonoro
desparramando el triunfo de su nota
hace volar el corazón patriota
como en alas de un águila de oro
Al eco de la diana
pasa el solemne pabellón que adoro,
mientras el sol derrama en mieles de oro,
su caricia estival como un hosanna
Despiértate, alma mia,
y aspira largamente la fragancia
que esos viejos recuerdos de la infancia
esparcen en tu lecho de agonía
Escucha, pecho herido
la voz armada que en tu seno ha muerto,
y vuelve a resonar sobre tu huerto
como la voz de un pájaro perdido
En tiempos sepultados,
también seguiste, ¡Oh corazón!, la senda,
que envuelta en vagas brumas de leyenda
deja, tras si, el clarín de los soldados
Y el gran himno sonoro
desparramando el triunfo de su nota,
hizo volar tu corazón de patriota
como en alas de un águila de oro
Y hoy los mismos tambores
que resonaron en tu pecho herido
tocan, ¡Alma!, las dianas del olvido
en la noche espectral de tus dolores.
Bajo la luz solar que el cielo abrasa
cae en el alma un silencioso estío;
abre el párpado al sol, corazón mio,
el regimiento pasa…
Jose Maria Delgado.
Caras y Caretas 1905.
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