Nicolás provenía de una familia muy pudiente. Sus padres murieron en una epidemia cuando él era joven; heredó todo, y al encontrarse de pronto extremadamente rico debió decidir qué hacer con su dinero. Siendo un buen cristiano optó por regalarlo a los necesitados.
Pero muy pronto cayó en la cuenta de que, a medida que su generosidad se difundiera, mayor sería la corte de pedigüeños y parásitos que lo buscaría para amargarle la vida, de modo que debió planear con cuidado sus actos de caridad. Con frecuencia viajaba disfrazado, y se aseguraba de que sus regalos fuesen distribuidos de manera secreta para que nadie conociese la identidad del dador.
En cierta ocasión supo de un hombre que había perdido todo su dinero a causa de malos negocios, y debido a esta infortunada situación no se encontraba en condiciones de aportar la necesaria dote para que sus tres hermosas hijas solteras pudiesen acceder al matrimonio. No podía permitirse el lujo de mantener las hijas en su casa, quedándole entonces una sola y última opción: Venderlas como prostitutas.
Cuando Nicolás supo de esto esperó la noche y cabalgó hasta la casa del hombre. Al pasar por la ventana abierta de una de las jóvenes arrojó por ella una bolsa de oro. La muchacha jamás tuvo idea de la procedencia del regalo, pero resultó suficiente para su dote; muy pronto gozó de un feliz casamiento.
Nicolás luego repitió esto con la segunda hija, quien también pudo acceder al casamiento. El padre, intrigado por estos regalos milagrosos, montó guardia junto a la ventana abierta de la tercera hija. Por fin apareció una figura que arrojó la tercera bolsa de oro. Entonces el padre abandonó su escondite, tomó del brazo a Nicolás y agradeció su generoso acto. Nicolás quedó horrorizado al comprobar que su generosidad había perdido el anonimato, e insistió ante el padre para que jamás revelara su identidad, pero éste, impresionado por aquellos tres actos no pudo ocultar el asunto y Nicolás pronto gozó de fama por lo hecho. Como resultado de esto se convirtió eventualmente en patrono de las niñas solteras.
Lo gracioso es que por dar dinero a la gente también se convirtió en patrono de los prestamistas, quienes adoptaron sus tres "bolsas de oro" como emblema. Por tal razón cada negocio de prestamista exhibe un cartel que muestra tres bolas de oro.
Cuando se ampliaron los detalles de esta historia surgió que una de las niñas había encontrado la bolsa de oro en su media, siendo aparentemente la costumbre de las jóvenes lavar sus medias largas antes de acostarse y luego colgarlas cerca de una ventana abierta para que la brisa nocturna se encargue de secarlas. Esa noche en cuestión Nicolás vio la media colgada, y juguetonamente depositó en ella la bolsa de oro.
Esta parte de la historia se elaboró más y más con el correr de los años. Se dijo que Nicolás había acertado con cada una de las bolsas que arrojó a las medias colgadas ante el fuego para secarse, y la hazaña fue juzgada tan extraordinaria que su historia se convirtió en una fábula romántica. Pero Nicolás existió, y la versión más sobria de esta narración es muy probablemente auténtica.
Más adelante, cuando a Nicolás se lo asoció con la festividad cristiana y los regalos de Navidad, se les dijo a los niños que debían colgar sus medias la víspera de Navidad, y San Nicolás les haría una visita secreta durante la noche para colmarlos de regalos, tal cual hiciera con las tres jóvenes hermanas.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
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