RELACION CON EL ENTRENAMIENTO
“Qué bonito toro
que van a lidiar,
en la plaza nueva
de la libertad”
en la plaza nueva
de la libertad”
Formado en España desde los cinco años a los treinta, estaba familiarizado con esta diversión de los españoles. El paso del General San Martín por el ejército, donde, para que no se pierda la astucia y la eficiencia en el combate de sus oficiales de caballería, los hacían lidiar ganado bravo en la Real Maestranza de Caballería que se levanta en Ronda, un bello modo de sustituir al enemigo, abona esta creencia.
Buena parte de su carrera la hace en el ejército de Andalucía. Cádiz, ciudad de intensa solera taurina; Sevilla de afición quizá no igualada; Málaga, graciosa y leve como una espuma; Bailén, Arjonilla, Albuera, van ligadas a la vida del gran capitán de los Andes.
Acostumbraba a mandar hombres duros, de coraje ciego, que desprecian la muerte, como son los del Batallón de Voluntarios de Campo Mayor, gente de bronce, serranos y marismeños, entre los que los toreros no son escasos, mocetones extremeños, gente difícil, agresiva y bochinchera, que no es nada cómoda de mandar pero que sigue ciegamente a su jefe si este sabe comandarlos. Existía una mala fama de la que gozaban los toreros, leyendas y novelescas aventuras se les atribuían, que no eran más que exigencias de un oficio al que no se puede pertenecer sin un valor temerario.
Ya ha dicho la historia el enorme poder de carácter que necesitó para crear un ejército y ha dicho, también, el sacrificio inmenso que significó para las poblaciones el afrontar el peso de la empresa.
Cuyo realizó el milagro: dio hombres, armas y provisiones. San Martín inculcó en cada soldado el sentimiento de su propio valor. Crea la disciplina estricta, severa y, para probar el temple de sus hombres, los lanza en una plaza para que realicen unas corridas de toros. Al verlos derrochar valor y fiereza frente a las bestias enfurecidas, exclama orgulloso:: “¡Con estos hombres venceremos!”.
Pero dejemos relatar a Damián Hudson lo que fue el acontecimiento para el autor de los Recuerdos históricos de la provincia de cuyo: “La cuadrilla fue completa, vistiendo al estilo de los toreros españoles, de telkas de seda, capeadores, banderilleros, picadores y espadas. Habían agregadoa estos varios oficios otros de especialidad argentina: enlazadores, y aquellos que cabalgan y saltan al toro.
El Capitán Mansilla pertenecía a los capeadores o banderilleros. Uno de lo picadores fue el teniente de granaderos don Juan Lavalle, el héroe tiempo atrás de Río Bamba.
El capitán del batallón N°8. Don Manuel Marzal y un tal Santucho eran los espadas, quienes de manera lúcida consiguieron el mejor éxito en su lance.
El capitán de granaderos O´Brien saltó el toro, engrillado con cintas de seda. Este oficial era de elevada estatura y delgado de cuerpo. Pusieron una mesa a distancia conveniente de la puertecilla por donde debía salir el toro. Este salió y ciego embiste la mesa que se llevó por delante, salvándose el capitán de la bestia y cayendo de pie detrás de ella.
El teniente del mismo regimiento don Juan Apóstol Martinez cabalgó uno de los toros ensillados con el apero argentino y mantúvose mucho tiempo firme a pesar de los fuertes corcovos del animal, concluyendo por herirlo con su puñal en la nuca, a fin de que, cayendo muerto, el descendiera sin peligro. Este fue por los espectadores conociendo el carácter y genio arrojado y bromista que tenía Juan Apóstol.
Uno de los enlazadores, vestido de gaucho argentino, fue el teniente e granaderos don Isidro Suárez después héroe de Junín.
El toro capeado, embanderillado, era en seguida enlazado y sacado de la plaza. En esta especie de suerte muchos caballos salían heridos o caían muertos en el acto por las astas del toro.
Seis días duró la fiesta con contento de toda la población, bailando de noche en el gran palco del Gobierno.
Gustaba mucho el general San Martín de esas corridas de toros alternadas con el juego de cañas. En uno de los días de aquellos que aquí mencionamos, un batallón de oficiales entraba en la Plaza y hacía evoluciones, a lo que se llamaba despejo.”
Otro episodio poco conocido lo retrata a carta cabal: Francisco Dominguez, picador español, había llegado al Perú siendo muy niño. En Lima creció y se hizo torero. Valiente, decidido, llegó a gozar de una cierta popularidad ante el público habitual al Graderío del Acho, donde vegetaban algunos toreros, viejos marrulleros, que no sabían hacer otra cosa que torear con ventaja. Para Francisco, la posibilidad de derrota, con las consiguientes incautaciones de bienes, persecuciones o simplemente la postergación que llegaría con el triunfo criollo, lo trastornó a tal punto que lo llevó, hombre de acción a pretender eliminar al jefe más prestigioso de las filas libertadoras.
Juramentado a suprimir al general San Martín, salió hacia el cuartel general de Huará dispuesto a todo, mientras la conspiración era descubierta. Domínguez fue detenido y pasó ante un Consejo de Guerra que lo condenó a la última pena. ¿Fue el recuerdo de los voluntarios de Campo Mayor lo que inspiró la magnanimidad del general?, ¿O la remembranza de los famosos garrochistas voluntarios de Bailén entre los que se encontraban los picadores Ildefonso Pérez Navés y Gerónimo Martín Serrano? El torero fue indultado. San Martín dio prueba, una vez más de ser un hombre de cabeza y corazón, de inteligencia y de sentimiento, de rectitud y de generosidad.
Liberado el Perú en 1821, el 17 de septiembre del mismo año se daba en honor del Libertador una corrida de toros. Los toreros españoles, proscriptos, vieron actuar en ese acontecimiento sólo a toreros peruanos. El 19 de enero tiene lugar otra corrida de gala en honor del Protector del Perú, general don José de San Martín. Escenario de tal acontecimiento la plaza del Acho. Fueron jueces, en nombre de la Municipalidad, los alcaldes Conde de San Isidro y José María Galdeano. Se anuncia profusamente en listines que, como de costumbre, acompaña una inocente octava como colofón:
Buena parte de su carrera la hace en el ejército de Andalucía. Cádiz, ciudad de intensa solera taurina; Sevilla de afición quizá no igualada; Málaga, graciosa y leve como una espuma; Bailén, Arjonilla, Albuera, van ligadas a la vida del gran capitán de los Andes.
Acostumbraba a mandar hombres duros, de coraje ciego, que desprecian la muerte, como son los del Batallón de Voluntarios de Campo Mayor, gente de bronce, serranos y marismeños, entre los que los toreros no son escasos, mocetones extremeños, gente difícil, agresiva y bochinchera, que no es nada cómoda de mandar pero que sigue ciegamente a su jefe si este sabe comandarlos. Existía una mala fama de la que gozaban los toreros, leyendas y novelescas aventuras se les atribuían, que no eran más que exigencias de un oficio al que no se puede pertenecer sin un valor temerario.
Ya ha dicho la historia el enorme poder de carácter que necesitó para crear un ejército y ha dicho, también, el sacrificio inmenso que significó para las poblaciones el afrontar el peso de la empresa.
Cuyo realizó el milagro: dio hombres, armas y provisiones. San Martín inculcó en cada soldado el sentimiento de su propio valor. Crea la disciplina estricta, severa y, para probar el temple de sus hombres, los lanza en una plaza para que realicen unas corridas de toros. Al verlos derrochar valor y fiereza frente a las bestias enfurecidas, exclama orgulloso:: “¡Con estos hombres venceremos!”.
Pero dejemos relatar a Damián Hudson lo que fue el acontecimiento para el autor de los Recuerdos históricos de la provincia de cuyo: “La cuadrilla fue completa, vistiendo al estilo de los toreros españoles, de telkas de seda, capeadores, banderilleros, picadores y espadas. Habían agregadoa estos varios oficios otros de especialidad argentina: enlazadores, y aquellos que cabalgan y saltan al toro.
El Capitán Mansilla pertenecía a los capeadores o banderilleros. Uno de lo picadores fue el teniente de granaderos don Juan Lavalle, el héroe tiempo atrás de Río Bamba.
El capitán del batallón N°8. Don Manuel Marzal y un tal Santucho eran los espadas, quienes de manera lúcida consiguieron el mejor éxito en su lance.
El capitán de granaderos O´Brien saltó el toro, engrillado con cintas de seda. Este oficial era de elevada estatura y delgado de cuerpo. Pusieron una mesa a distancia conveniente de la puertecilla por donde debía salir el toro. Este salió y ciego embiste la mesa que se llevó por delante, salvándose el capitán de la bestia y cayendo de pie detrás de ella.
El teniente del mismo regimiento don Juan Apóstol Martinez cabalgó uno de los toros ensillados con el apero argentino y mantúvose mucho tiempo firme a pesar de los fuertes corcovos del animal, concluyendo por herirlo con su puñal en la nuca, a fin de que, cayendo muerto, el descendiera sin peligro. Este fue por los espectadores conociendo el carácter y genio arrojado y bromista que tenía Juan Apóstol.
Uno de los enlazadores, vestido de gaucho argentino, fue el teniente e granaderos don Isidro Suárez después héroe de Junín.
El toro capeado, embanderillado, era en seguida enlazado y sacado de la plaza. En esta especie de suerte muchos caballos salían heridos o caían muertos en el acto por las astas del toro.
Seis días duró la fiesta con contento de toda la población, bailando de noche en el gran palco del Gobierno.
Gustaba mucho el general San Martín de esas corridas de toros alternadas con el juego de cañas. En uno de los días de aquellos que aquí mencionamos, un batallón de oficiales entraba en la Plaza y hacía evoluciones, a lo que se llamaba despejo.”
Otro episodio poco conocido lo retrata a carta cabal: Francisco Dominguez, picador español, había llegado al Perú siendo muy niño. En Lima creció y se hizo torero. Valiente, decidido, llegó a gozar de una cierta popularidad ante el público habitual al Graderío del Acho, donde vegetaban algunos toreros, viejos marrulleros, que no sabían hacer otra cosa que torear con ventaja. Para Francisco, la posibilidad de derrota, con las consiguientes incautaciones de bienes, persecuciones o simplemente la postergación que llegaría con el triunfo criollo, lo trastornó a tal punto que lo llevó, hombre de acción a pretender eliminar al jefe más prestigioso de las filas libertadoras.
Juramentado a suprimir al general San Martín, salió hacia el cuartel general de Huará dispuesto a todo, mientras la conspiración era descubierta. Domínguez fue detenido y pasó ante un Consejo de Guerra que lo condenó a la última pena. ¿Fue el recuerdo de los voluntarios de Campo Mayor lo que inspiró la magnanimidad del general?, ¿O la remembranza de los famosos garrochistas voluntarios de Bailén entre los que se encontraban los picadores Ildefonso Pérez Navés y Gerónimo Martín Serrano? El torero fue indultado. San Martín dio prueba, una vez más de ser un hombre de cabeza y corazón, de inteligencia y de sentimiento, de rectitud y de generosidad.
Liberado el Perú en 1821, el 17 de septiembre del mismo año se daba en honor del Libertador una corrida de toros. Los toreros españoles, proscriptos, vieron actuar en ese acontecimiento sólo a toreros peruanos. El 19 de enero tiene lugar otra corrida de gala en honor del Protector del Perú, general don José de San Martín. Escenario de tal acontecimiento la plaza del Acho. Fueron jueces, en nombre de la Municipalidad, los alcaldes Conde de San Isidro y José María Galdeano. Se anuncia profusamente en listines que, como de costumbre, acompaña una inocente octava como colofón:
En vano el hombre de destreza armado
Atrevido se opone a mi fiereza
Pues sólo logrará verse burlado
Y su orgullo acabado cual pavesa.
Conócela que es bárbaro atentado
Un débil competir a una braveza
Siendo en la lid despojo de mi aliento
Y de su arrojo sincero escarmiento.
Atrevido se opone a mi fiereza
Pues sólo logrará verse burlado
Y su orgullo acabado cual pavesa.
Conócela que es bárbaro atentado
Un débil competir a una braveza
Siendo en la lid despojo de mi aliento
Y de su arrojo sincero escarmiento.
Siguen excluidos y no torean los “godos sucreños” y lo hacen en Cajaparico, Villanueva y Changuango, que allí se las entienden con los piña-toro a fuerza de coca y chaceta matadores valientes pero estoqueadores bastos y sin estilo, montatoros andinos y mojigangas.
La fiesta pasa por un estancamiento del que sólo saldrá con la llegada de toreros españoles en 1849.
Algunos de los Miembros del Ejercito de los Andes que participaron en aquella memorable Corrida:
Manuel Aznar.
Uno de los oficiales del Ejército de los Andes, que toreó en Mendoza con objeto de recaudar fondos para organizar las tropas que habrían de dar libertad a Chile. El Capitán don Manuel Aznar se destacó por su serenidad y valor.
Juan Galo de Lavalle
El entonces teniente de granaderos Juan Lavalle, que habría de ser luego gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, se destacó por su valor en Mendoza, en la corrida celebrada el 25 de mayo ante San Martín y O´Higgins, con objeto de recaudar dinero para la campaña libertadora.
Lucio Mansilla
Capitán del Ejercito de los Andes que en 1816 actuó en los festejos taurinos celebrados en Mendoza por José de San Martín, como banderillero y capeador.
Manuel Nazar
Capitán del Regimiento N°8. Matador que junto con Santucho se lució en Mendoza en las corridas organizadas por el Libertador.
Juan O´Brien
Capitán Irlandés del Ejercito de San Martín, que lidió con singular arrojo. Toreó en Mendoza en los festivales taurinos celebrados para recaudar fondos para la organización del Ejército de los Andes. Más tarde hbría de ser edecán del Libertador.
Santucho
Miembro del Ejército de los Andes, que en Mendoza mostró su audacia en las corridas celebradas para recaudar fondos destinados al Ejército. No nos consta su grado pero si la noticia de su valor.
Isidro Suarez
Teniente de granaderos que, vestido a la usanza gauchesca, enlazaba los toros, en los festejos organizados en Mendoza en mayo de 1816. Más tarde habría de ser héroe en Junín.
Fuente: “Toros y Toreros en el Rio de la Plata”,Gori Muñoz, Ed. Schiape, Buenos Aires 1970 con arreglos de Tangografías.
La fiesta pasa por un estancamiento del que sólo saldrá con la llegada de toreros españoles en 1849.
Algunos de los Miembros del Ejercito de los Andes que participaron en aquella memorable Corrida:
Manuel Aznar.
Uno de los oficiales del Ejército de los Andes, que toreó en Mendoza con objeto de recaudar fondos para organizar las tropas que habrían de dar libertad a Chile. El Capitán don Manuel Aznar se destacó por su serenidad y valor.
Juan Galo de Lavalle
El entonces teniente de granaderos Juan Lavalle, que habría de ser luego gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, se destacó por su valor en Mendoza, en la corrida celebrada el 25 de mayo ante San Martín y O´Higgins, con objeto de recaudar dinero para la campaña libertadora.
Lucio Mansilla
Capitán del Ejercito de los Andes que en 1816 actuó en los festejos taurinos celebrados en Mendoza por José de San Martín, como banderillero y capeador.
Manuel Nazar
Capitán del Regimiento N°8. Matador que junto con Santucho se lució en Mendoza en las corridas organizadas por el Libertador.
Juan O´Brien
Capitán Irlandés del Ejercito de San Martín, que lidió con singular arrojo. Toreó en Mendoza en los festivales taurinos celebrados para recaudar fondos para la organización del Ejército de los Andes. Más tarde hbría de ser edecán del Libertador.
Santucho
Miembro del Ejército de los Andes, que en Mendoza mostró su audacia en las corridas celebradas para recaudar fondos destinados al Ejército. No nos consta su grado pero si la noticia de su valor.
Isidro Suarez
Teniente de granaderos que, vestido a la usanza gauchesca, enlazaba los toros, en los festejos organizados en Mendoza en mayo de 1816. Más tarde habría de ser héroe en Junín.
Fuente: “Toros y Toreros en el Rio de la Plata”,Gori Muñoz, Ed. Schiape, Buenos Aires 1970 con arreglos de Tangografías.
Queridos compatriotas, se habrá deslizado un error de tipeo... No es Isidro Suarez, sino Isidoro Suarez, quien mas tarde sería el héroe de Junín
ResponderEliminar