Hoy en día los villancicos tienden a ser tan santificados que olvidamos
cómo eran anteriormente. En honor a la verdad, en su forma original se
preocupaba mucho más por los placeres de la carne que por la "Noche
Santa". Unas pocas líneas de un villancico navideño cantado en 1642 nos
dará una idea de lo que tenían en mente los cantores de aquella época:
Las dos primeras líneas dicen: "Venid muchachos locos, animaos pues ya está aquí la Navidad", y prosigue: "Comamos y bebamos libremente pues nada debemos pagar", y termina con: "dejad vuestros remilgos y atacad los pastelitos * ( Juego de palabras en torno a la palabra mince que significa tanto "andar afectadamente" como "desmenuzar o picar la carne" pastelitos de
carne picada); seguid mi consejo y dejaos guiar por los sabios".
Conviene recordar estas palabras para refutar a quien se queje del modo en que la naturaleza sagrada de la Navidad ha sido mancillada por la codicia moderna. Nada de moderno tiene la obsesión navideña de pasarlo bien, pero ¿cómo comenzaron los villancicos?
Los más tempranos villancicos navideños ingleses datan del siglo XIII, eran originalmente franceses, y se cantaban como parte de una danza en ronda. En aquellos tiempos la música religiosa era muy solemne y en gran medida limitada a los monasterios, y como consecuencia las iglesias pequeñas carecían de música sacra para acompañar sus oficios pues la gente era mayormente analfabeta e incapaz de leer música, de modo que los villancicos proporcionaban una alegre alternativa para el pueblo en general.
Por desgracia las representaciones se desmandaron e incomodaron al clero; tomaron la forma de piezas teatrales en lugar de ceñirse a la simple expresión vocal. Se recrearon escenas de la natividad dentro de las iglesias que adquirieron excesiva realidad, como por ejemplo aquellas en que María hacía su festiva aparición montada sobre el lomo de un burro.
Las representaciones que acompañaban los cantos se hicieron demasiado realistas, y alarmaron al clero con la intromisión de tanta diversión en las casas sagradas. Cuando los cantores agregaron baile a los cantos, se decretó la prohibición de los villancicos dentro de las iglesias, calificándolos de "diabólicos".
Prohibido el ingreso a las casas sagradas, los cantores de villancicos debieron ambular por pueblos y ciudades cantando para la gente común, que amaba esas canciones. Esa costumbre se mantiene y explica por qué hoy en día recibimos las tradicionales visitas, casa por casa, durante las semanas anteriores a la Navidad.
Hoy los villancicos han quedado desligados de los bailes y las licenciosas representaciones de antaño, y se han convertido en algo tan respetable que la mayoría de las catedrales e iglesias organizan conciertos de villancicos, permitiendo así el retorno de una antigua tradición que en un tiempo fue condenada como obra del demonio.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
Las dos primeras líneas dicen: "Venid muchachos locos, animaos pues ya está aquí la Navidad", y prosigue: "Comamos y bebamos libremente pues nada debemos pagar", y termina con: "dejad vuestros remilgos y atacad los pastelitos * ( Juego de palabras en torno a la palabra mince que significa tanto "andar afectadamente" como "desmenuzar o picar la carne" pastelitos de
carne picada); seguid mi consejo y dejaos guiar por los sabios".
Conviene recordar estas palabras para refutar a quien se queje del modo en que la naturaleza sagrada de la Navidad ha sido mancillada por la codicia moderna. Nada de moderno tiene la obsesión navideña de pasarlo bien, pero ¿cómo comenzaron los villancicos?
Los más tempranos villancicos navideños ingleses datan del siglo XIII, eran originalmente franceses, y se cantaban como parte de una danza en ronda. En aquellos tiempos la música religiosa era muy solemne y en gran medida limitada a los monasterios, y como consecuencia las iglesias pequeñas carecían de música sacra para acompañar sus oficios pues la gente era mayormente analfabeta e incapaz de leer música, de modo que los villancicos proporcionaban una alegre alternativa para el pueblo en general.
Por desgracia las representaciones se desmandaron e incomodaron al clero; tomaron la forma de piezas teatrales en lugar de ceñirse a la simple expresión vocal. Se recrearon escenas de la natividad dentro de las iglesias que adquirieron excesiva realidad, como por ejemplo aquellas en que María hacía su festiva aparición montada sobre el lomo de un burro.
Las representaciones que acompañaban los cantos se hicieron demasiado realistas, y alarmaron al clero con la intromisión de tanta diversión en las casas sagradas. Cuando los cantores agregaron baile a los cantos, se decretó la prohibición de los villancicos dentro de las iglesias, calificándolos de "diabólicos".
Prohibido el ingreso a las casas sagradas, los cantores de villancicos debieron ambular por pueblos y ciudades cantando para la gente común, que amaba esas canciones. Esa costumbre se mantiene y explica por qué hoy en día recibimos las tradicionales visitas, casa por casa, durante las semanas anteriores a la Navidad.
Hoy los villancicos han quedado desligados de los bailes y las licenciosas representaciones de antaño, y se han convertido en algo tan respetable que la mayoría de las catedrales e iglesias organizan conciertos de villancicos, permitiendo así el retorno de una antigua tradición que en un tiempo fue condenada como obra del demonio.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
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