"Los dos aquí, a la Querencia,
fuimos a dar, compañero,
querido sable, ladero,
de mi vida militar,
que te puse a descansar
colgadito en el armero.
Te recibí de las manos
de mi tata el Coronel,
y recuerdo el día aquel,
como si fuera el presente,
que tenía, de subteniente,
de ilusiones un tropel;
Y se nos fueron cumpliendo,
mas cuenta yo me voy dando
que fue justo el día cuando,
tornarte tu acero en alma
para hacerme un “hombre de armas”
y juntos vivir andando
Alcanzamos a vivir
plenamente sin soslayo
esa carga ¡como rayo¡
que hasta el aire estremecía
de aquella Caballería,
todavía de a caballo.
Y cambiamos muchos fletes
en nuestra hermosa aventura,
¡Vida linda ! vida dura,
que yo feliz encaraba
sabiendo que siempre estabas,
colgando de mi montura.
Pero el progreso impiadoso
la puerta, de una patada,
nos golpeó una madrugada,
con la noticia que hería:
nuestra arma se llamaría
¡Caballería Blindada!
Y se llevó nuestros fletes
por esa simple razón
que, por más explicación,
no aceptamos de momento,
y entraron al Regimiento
¡los motores en acción!
Ya no se oían relinchos,
¡Fue brava la adaptación!
Pero sí a la tradición
no la dejamos de lado,
así es que al frío blindado
¡le dimos un corazón!
Del suelo patrio anduvimos,
casi todos los confines,
muchas personas afines
y amigos fuimos dejando,
cada vez que iban llegando
de los destinos, los fines.
Maniobras del litoral,
operativos del norte,
estuvimos en los montes,
la pampa, la cordillera
y en la etapa granadera
¡también fuiste mi soporte!
¡Cuántos soldados formamos!
Aún guardamos la emoción,
de recibir un montón
de jóvenes que llegaban
y que en defensa se armaban,
según la Constitución.
Mas llegaron nubarrones,
sobre nuestra sociedad
y llegó la atrocidad,
retorcida como cimba:
¡salvarse de la “colimba”!
pasó a ser la prioridad.
Lograrlo no conocía
ni límites ni fronteras
un año a la Patria era,
un tiempo que se perdía;
por eso sólo la hacía,
quien “palanca” no tuviera.
Así la desprestigiaron,
hasta llevarla al abismo
Allí ganó el pragmatismo
que, con ceguera de potro,
decía: ¡que lo hagan otros!
¡no hay tiempo pa’l patriotismo!
¡Que vayan allí los pobres
y que aprendan a leer!
¡No se puede obedecer
a aquel de menor cultura!
Barrer, levantar basura
¡sólo eso haz de aprender!
“Si hay guerra, que no va a haber,
que se hagan otros matar,
yo soy bueno pa’estudiar,
soy más útil trabajando,
y no voy a estar lustrando,
las botas de un militar”
Pero ¿el peor de los males?;
¡llegó el individualismo!
“¡Aquí me importo yo mismo!
¿eso de Patria? ¡es un vicio!
la vocación de servicio
¡igual que el nacionalismo!
Y si aún resultaba poco,
en esas mentalidades,
Surgieron ¡barbaridades!
En políticos, gente, prensa:
“¡la cuestión de la Defensa!
es sólo de militares”
Burgués justificativo,
tan lejano a lo viril
como cercano a lo vil,
expresando algo como esto:
“Si lo hago ¡que dirá el resto!
¡pensarán que soy un gil!”
“Pero si zafo ¡qué orgullo!
¡Cómo me voy a jactar!
¡Cómo lo habré de gastar!
al que lo metan adentro,
y he de salir a su encuentro
para poderlo gozar”
¡Que locura de suicidas!
¡Barbaridad! si uno observa.
¿Corolario de esa jerga?
Su supresión se destaca,
¿si hay guerra? nos harán "aca"
pues no tenemos reserva.
¡Cuánto nos tocó vivir,
mi viejo sable gastado!
Tuvimos entremezclado
ese sabor del cuartel,
con la vivencia ¡tan cruel!
de aquellos “golpes de estado”
Desde épocas remotas
que se tomó por costumbre,
sacarle al arma el herrumbre
volteándolo al que gobierna
para sentir esa ¡eterna!
ovación de muchedumbres
Siempre existió un general
con tremenda sed de bronce ,
que escuchaba aquellas voces
de políticos contrarios,
que aparecían a diario
por los cuarteles, entonces.
Le calentaban el mate
y le hacían el tamal
de la “reserva moral”
que conservaba el país
y después como perdiz
¡rajaban pa’l matorral!
y ahí quedábamos ¡solitos!
y aquél que nos requería,
después nos aborrecía
pues quedaba bien, con eso.
¡Si hasta una vez fuimos presos,
por Azul y Olavarría!
Nuestra harta generación
¡menos mal que se cansó!
Y allí nomás decidió:
no hacer más revoluciones
¡que aguanten sus cagadones
y aprenda quién los votó!
Pero allá por los setenta,
se vino otro desafío.
¡Vos te acordás, sable mío,
y sabés que no es mentira!,
porque la gente se olvida,
después de pasado el lío.
Aparecieron los zurdos,
dentro y fuera e’ los partidos.
¡Quién puta los habrá parido,
pero, con saña que asombra,
empezaron con las bombas
sin preguntar quién ha sido!
Nos mataron camaradas,
padres, hijos y mujeres.
Sembraron de padeceres
a muchos hogares criollos
¡los carnearon como a pollos,
protegidos por las leyes!
¿Nosotros? ¡fuimos maneados!
sólo podíamos mirar,
pero prohibido era actuar
con el “joven idealista”
que se había hecho comunista
a “modo de protestar”.
Sobrevino mucha muerte.
A algunos los agarramos,
pero después los soltamos,
ante el hecho inusitado,
de que algunos diputados
dijeron que ”¡eran hermanos!”
Y volvieron a la carga,
mas cambiando de horizonte,
se metieron en el monte
jugando a las escondidas.
Y allí, montones de vidas
conocieron su recorte.
Hasta que ¡al fin llegó el día!,
acordate en carnaval,
en que el gobierno, al bagual,
le desató la presilla
y allí supo la guerrilla
que ¡le llegaba el final!
Y fue el monte tucumano,
testigo de la eficiencia,
con que al “Plan Independencia”
lo supimos aplicar
para hacerlos ¡recagar!
sin dudas y sin clemencia.
Derrotados en el campo,
en la ciudad se escondieron
y se autoprotegieron
en las células urbanas
metidos bajo las camas
¡a escabullirse, aprendieron!
Mas los fuimos a buscar,
para su aniquilamiento;
así, como de momento,
se lo llama al que fumiga
¡pa’que no queden hormigas,
ni tampoco su excremento!
¡Cuantas noches de vigilia,
en mi memoria yo veo
esperando el tiroteo
la trampa o el atentado
¡Cómo ya se han olvidado,
de ese terror al voleo!
Ya desde entonces comienza,
la campaña en contra nuestra.
al político le cuesta,
que el tiempo le haya pasado
sin morder algún bocado
mirando desde la puerta.
La mentira que esgrimieron
disfrazada de “mesura”
fue la mas grande basura
traidora, infiel y hasta artera:
hicieron que apareciera
¡de dementes la aventura!
Yo no robé, ni violé,
ni me apropié de chiquitos.
No torturé; ¡ni un poquito!
yo solamente ¡pelié!
y el pellejo me jugué,
contra el zurdaje maldito.
Como ocurre en toda guerra,
que sin duda ésta lo fue,
junto con vos lamenté,
tanta muerte de inocentes;
de ambos lados ¡mucha gente!
que nada tenía que ver.
Comprendo a los familiares
de todo el que murió en vano,
y les extiendo mi mano,
¡a los dos lados! mi abrazo,
no, como hacen los payasos,
de los derechos humanos
Ya han pasado veinte años
y continúa la comparsa,
con esta tremenda farsa
de hacernos aparecer,
“origen de un padecer”
que ya es historia y distancia.
No me arrepiento de nada,
de lo que tuve que hacer,
ni lloro como mujer,
que quiere cobrar venganza
y ni el agravio me alcanza
de aquél que quiere ¡joder!
Combatimos y vencimos,
en lucha que no empezamos,
solamente reaccionamos
con fuerza y con convicción,
ante la artera agresión
de esos perros inhumanos.
Y que quede bien en claro,
aunque repita en exceso:
¡Yo no defendí al Proceso,
ni corrí al opositor!
luché en contra ¡con honor!
del terrorismo perverso.
Fue parte de nuestra historia
que, como tal, es constante.
Y no dudo ¡ni un instante!
que, sólo ver para atrás,
nos detiene más y más
¡hay que mirar pa’delante!
Un montón de apelativos
recibimos asombrados
de intelectuales “clonados”
que nos dicen: homicida,
torturador, genocida...
¡Que sabrán sobre un soldado!
¡Qué gusto da recordar!
lo que hicimos, sosteniendo
a los que estaban sufriendo
temblores, inundaciones
avalanchas, aislaciones,
cuando iba apareciendo
Para el resto, eso no importa,
más vale echarlo al olvido,
debe seguir, sin respiro,
¡darle duro al militar! ,
si hasta debo soportar
que me mochen mi retiro.
Esta etapa de recuerdos
nos sirva pa’meditar
que ¡no nos vio claudicar!
esa leyenda que tienes:
“¡Sean eternos los laureles!”
de este bendito solar.
Seguiremos así, juntos,
y a recordarte yo vuelvo;
comentario que no huelgo
ya la tengas ¡bien clarita!
¿la Patria nos necesita?
ahí nomás ¡Yo te descuelgo!
Habremos de separarnos
y en este juicio, no yerro:
mi viejo amigo de fierro,
que estará en mi vigilia
y te irás con mi familia
cuando termine mi entierro."
Salta, otoño de 2001 Coronel Ernesto Teodolindo Day Linares.
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