Cuando compramos un pequeño pino, lo llevamos a casa, y lo entronizamos en nuestra sala, estamos participando en el antiguo rito pagano de La adoración del árbol, y debemos agregar que los árboles de Navidad tienen poco que ver con Cristo.
Originalmente el árbol adorado era el roble y hoy, cuando "tocamos madera" para invocar la buena suerte, deberíamos, si actuamos con total seriedad, asegurarnos de que la madera que tocamos es roble y no de otra calidad inferior.
Mil doscientos años atrás, en especial los germanos paganos veneraban el roble. Se intentó convertirlos al cristianismo, pero su adoración arbórea había calado demasiado hondo, y resultó difícil de extirpar. En consecuencia los misioneros cristianos adoptaron su ya conocido procedimiento de absorber la costumbre pagana con preferencia intentar prohibirla.
Cristianizaron La adoración del árbol reemplazando el roble por el abeto, y el motivo de esta sustitución obedecía a que, visto de costado, el abeto tenla forma triangular, y se explicó a los germanos que las tres puntas del triangulo representaban Ia Santa Trinidad: con Dios Padre en La cima y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo ocupando las dos puntas inferiores.
Se les dijo a los paganos que si adoraban este nuevo árbol no estarían haciendo abandono de sus antiguas creencias sino que paralelamente estarían homenajeando a la nueva deidad cristiana, y ellos, posiblemente por proteger sus apuestas y agradar a la mayor cantidad posible de dioses, aceptaron el cambio, y así nació el moderno árbol de Navidad.
Resultó en especial afortunado que una de las tres puntas de esta "Trinidad del Abeto" estuviese ocupada por el Espíritu Santo, pues significaba que podían continuar adorando at espíritu arbóreo y al mismo tiempo abrazar la nueva religión cristiana.
El árbol de Navidad demoró mucho en llegar a Inglaterra, y La más temprana referencia a él se encuentra en los papeles de una dama cuyo extraño nombre era Mrs. Papendiek. Refiriéndose a la Navidad inglesa de 1789 escribió: "Esta Navidad Mr. Papendiek propuso un árbol iluminado conforme a La tradición alemana", pero aparentemente esta osada innovación del caballero no prosperó.
En 1800 la reina Charlotte, alemana, esposa de Jorge III, sin duda nostálgica de las costumbres de su infancia, hizo instalar un árbol de Navidad en los aposentos de la reina en Windsor, pero una vez más el hecho no tuvo repercusión; sin duda debido a la gran impopularidad de su marido.
No fue hasta después de 1840, cuando el Príncipe Alberto hizo instalar un árbol navideño para la reina Victoria en Windsor, que se aceptó esta costumbre germana importada, y aun entonces su difusión fue lenta, siendo aceptada inicialmente por los esnobs imitadores de la realeza, que copiaban cuanto hacía la reina Victoria. Alcanzada la década del 60 el hábito se había extendido a través de todo el país, convirtiéndose en un aspecto esencial de las celebraciones navideñas.
Más o menos en esa época las conexiones alemanas con otros países europeos y con los Estados Unidos hicieron que la costumbre del árbol navideño se difundiese ampliamente, y para fines del siglo XIX era común a través de Escandinavia, el norte de Europa y Norteamérica. En contraste los países latinos se mostraron reacios debido a que la Iglesia católica habla hecho lo suyo, y a la inversa de Los más eclécticos misioneros de temprana hora no logró tolerar el origen pagano del árbol.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.
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