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19/12/18

¿POR QUE PAPA NOEL LLEVA ESA VESTIMENTA?

Quizá resulte difícil creerlo, pero el moderno Papá Noel o Santa Claus debe su vestimenta no a una antigua leyenda o temprana mitología sino a la Coca-Cola Company, y a continuación presentamos evidencias concretas para avalar nuestra extraña afirmación:
Hace mucho tiempo Papá Noel era presentado luciendo los más variados atuendos, a veces verdes, púrpura, celeste, azul oscuro, marrón o rojo, y algunas ilustraciones lo mostraban como una figura multicolor vestido con, por ejemplo, pantalones azules, chaleco amarillo y chaqueta roja. En algunos casos sus vestiduras mostraban adornos de piel marrón, negra o blanca, y a veces se lo veía cubierto íntegramente de pieles o de cueros.
En la cabeza solía llevar una corona de muérdago, un sombrero de copa, un casquete, un gorro de dormir o una puntiaguda capucha. En algunas ocasiones se lo presentaba
luciendo una corona hecha de copas de vino o de botellas, y con frecuencia sus manos sostenían un generoso vaso de vino.
También era habitual mostrarlo fumando una pipa de arcilla.
Asimismo variaba el corte de sus ropas que podían ser un sacón largo con zapatos o pesadas botas negras. A veces, en su rol de Papá Noel, se asemejaba a un próspero borrachón, y en otras ocasiones, en su rol de San Nicolás, más parecía un airoso obispo. En otras palabras, tiempo atrás distaba de ser una figura uniforme, y aquí ni siquiera nos es de utilidad Clement Moore quien dijo simplemente:
"Vestía con pieles de pies a cabeza, con sus ropas manchadas de ceniza y hollín."
Más tarde, y con frecuencia, se lo mostraba ataviado con un confortable enterizo de piel, pero el siglo XIX no produjo un estilo dominante.
Todo esto cambió alrededor de 1930. La Coca-Cola decidió utilizar a Papá Noel en su campaña publicitaria invernal, y en 1931 contrató a un artista norteamericano de nombre Haddon Sundblom, y le encomendó la misión de recrear y precisar la figura del viejo caballero. La imagen de Sundblom inundó el mercado desde comienzos de la década del 30 a comienzos de la del 60, y se convirtió en la imagen del obsequiador navideño.
De la variedad de colores que engalanaban las ilustraciones anteriores, Sundblom escogió aquellos que hacían juego con los colores oficiales de la Coca-Cola —rojo y blanco— y para cuando concluyó su campaña ya nadie pensó en mostrar a Santa Claus o Papá Noel en otros colores que no fuesen esos.
Descartó la corona de muérdago, el sombrero de copa, la mitra obispal y la capucha puntiaguda, seleccionando en cambio un gorro de dormir suelto, rojo con ribetes blancos y un pompón de idéntico color en la punta.
En reemplazo del enterizo de piel o un largo sacón, diseñó una túnica que llegaba hasta los muslos, ajustada por un ancho cinturón negro, la cual, como el gorro, lucía ribetes de piel blanca. También rojos eran los pantalones, enfundados en pesadas botas negras.
Desaparecieron los vasos de vino y la pipa de arcilla, reemplazados.., por qué otra cosa sino por una inofensiva botella de Coca-Cola. El viejo borracho de la pipa se convirtió en personaje circunspecto, vestido con alegres colores disneyanos, que exudaba alegría y generosidad de tío dispendioso. En suma, un visitante navideño higienizado, estrictamente para niños, que barrió con todos sus antecesores. Por la vía del cine trascendió las costas norteamericanas para convertirse en imagen mundialmente reconocida.
En la Gran Bretaña actual la mayoría de los Santa Claus responden al diseño americano, pero aún se ve la vieja versión de largo gabán, en especial en el norte. Hemos adoptado los colores rojo y blanco, pero parecemos renuentes a hacerlo con el gorro de dormir americano, prefiriendo retener la capucha que se nos antoja más digna.
Puede llegar a escandalizar a algunas personas el pensar que un fenómeno tan moderno como la Coca-Cola ha llegado a influenciar algo tan tradicional como la Navidad, pero a través de su historia las campañas publicitarias de esta empresa siempre han captado expertamente la tónica del momento. En la década del 30, durante los años de la Depresión, deben de haberse percatado que la gente deseaba una imagen cálida y generosa, y eso se lo dieron con esta nueva y querendona figura de Santa Claus. Con la llegada de los alocados años 60 de pronto pareció estar fuera de foco y fue prestamente reemplazado por las estrellas pop del momento, pero ya la imagen de Papá Noel creada por la Coca-Cola estaba firmemente establecida y, según sus propias palabras, "los cuadros del Santa de Sundblom habían capturado los corazones de todos para convertirse en la aceptada representación del viejo y alegre duendecillo".
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

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18/12/18

¿POR QUE PAPA NOEL BAJA POR LA CHIMENEA?

A los niños suele decírseles que cuando Papá Noel (o Santa Claus) visita sus hogares, lo hace introduciéndose por la chimenea. Esta representa una curiosa manera de acceder a una casa, y se ha recurrido a algunas ideas ingeniosas para explicar tal proceder.
Algunas autoridades relacionan este ingresar por la chimenea con la primitiva adoración del fuego, pero no existe evidencia que soporte esta teoría. Otros lo atribuyen a una vieja costumbre según la cual se limpiaban las chimeneas el día de Año Nuevo para permitir el ingreso de la buena
suerte durante el resto del año. Tal costumbre puede haber existido, pero no hay nada —salvo la conjetura— que la vincule a Papá Noel o a Santa Claus.
Para comprender la verdadera explicación del ingreso por la chimenea es importante recordar su origen. Todas las referencias modernas remiten al famoso poema "Una visita de San Nicolás", escrito en 1822 por el estudioso norteamericano Clement Moore a sus seis hijos jóvenes. En este poema describe a San Nicolás llegando en un trineo tirado por renos y aterrizando en el techo de su casa. Salió al exterior para ver qué sucedía:
"Entonces, en un santiamén oí sobre el techo la danza de los pequeños cascos, y al volver mi cabeza para retirarme
Santa Claus, de un salto, bajó por la chimenea".
Moore había incursionado en el campo de la antropología, y estudiado una vasta cantidad de mitos y leyendas de Navidad antes de sentarse a escribir lo que suponía un simple y puramente imaginativo cuento para niños, cuando en realidad su poema representaba una viva amalgama de una variedad de antiguas tradiciones, y parece que el arribo por vía de la chimenea tiene su origen en Finlandia.
Una vez trasladada la ubicación de la escena de una moderna casa occidental a una primitiva vivienda lapona el elemento de la chimenea se hace obvio. Los antiguos lapones
vivían en pequeñas carpas, similares a un iglú, cubiertas por
pieles de renos, hundidas en la tierra de modo que apenas si la parte superior era visible. La entrada era un hueco en el techo, a la vez vía de escape para el humo de su fuego, lo cual hacía que puerta y chimenea fuesen una misma cosa. De esta manera si Papá Noel/Santa Claus ingresaba por la puerta automáticamente descendía por la chimenea.
El poema de Clement Moore contiene dos importantes claves. Cuando llega el visitante sus renos se oían en el techo, lo cual armoniza con el entorno lapón. Por otra parte entra de un solo salto; no baja la chimenea, se arroja por ella. Esto carecería de sentido tomando en cuenta las altas chimeneas de nuestras casas, pero resulta una descripción perfecta de una choza lapona cubierta por pieles.
En la foto: Antigua chimenea construída por uno de los pioneros de Bariloche, Don Otto Meiling.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

17/12/18

PAPA NOEL Y SANTA CLAUS

PAPA NOEL
En la antigüedad los hombres temían el duro invierno. Significaba experimentar terribles sufrimientos, y ellos procuraban convencer a las fuerzas de la naturaleza que fuesen benévolas con ellos e hiciesen de ese invierno una estación benigna.
Los vikingos representaban esto, vistiendo a alguien para representar el "Invierno", y lo agasajaban de la mejor manera posible. Los británicos adoptaron esta costumbre, y al representante lo denominaban "Viejo Invierno", "Vieja Navidad" o "Viejo Padre Navidad". Se lo invitaba a participar de todas las festividades, y se le suministraba comida y bebida para mantenerlo de buen humor. Se confiaba en que estos actos simbólicos de alguna manera influenciasen en los elementos.
En esta temprana encarnación Padre Navidad (Papá Noel para nosotros) no era portador de regalos para los pequeños, ni se introducía en las casas bajando por la chimenea. Simplemente ambulaba de casa en casa, golpeaba a las puertas, visitaba a los moradores e ingería comida y bebida, para luego seguir su camino cada vez más alegre.
Mucho después se llegó a confundirlo con Santa Claus, y hoy son para nosotros uno y el mismo, pese a sus muy distintos orígenes.

SANTA CLAUS
Santa Claus comenzó su vida como Nicolás, un santo obispo de la vieja ciudad costera de Myra, en lo que es ahora el sudoeste de Turquía. Hoy podemos ver las ruinas de su iglesia más o menos a una milla del pequeño y moderno pueblo de Decore. Nació el 280 D.C. en la cercana ciudad de Patara, unas ochenta millas costa arriba, y murió el 6 de diciembre de 345 en Myra. Posteriormente su cuerpo fue trasladado a Bari, Italia, donde permanece hasta hoy, y donde cada año se realiza una gran fiesta en su honor.
Se sabe poco de su vida a excepción de una serie de cuentos legendarios, en algunos de los cuales aparece como despojándose de su riqueza para darla a los pobres. En una de esas leyendas se detiene en una posada cuyo dueño poseía la horrible costumbre de hacer escabeche con muchachitos que conservaba en toneles de salmuera, "salándolos como cerdo' para servir a sus parroquianos. Nicolás logró salvar a tres muchachos asiáticos de esa suerte.
Debido a su generosidad al hacer regalos y a la protección que daba a los pequeños, se convirtió en un santo inmensamente popular a través de toda Europa donde se le dedicaron miles de iglesias. En Gran Bretaña solamente superan las cuatrocientas.
En varias regiones surgió la tradición de que si en su fiesta —el 6 de diciembre— los pequeños dejaban algo de comida para su caballo (o burro) él les dejaría unos caramelos, siendo éste el primer paso importante hacia el nacimiento de Santa Claus como dador de obsequios.
El país donde tuvo mayor acogida fue Holanda, y se dice que esto se debe a que fueron barcos holandeses quienes trajeron las primeras noticias de su existencia al norte de Europa. En holandés su nombre se convirtió en "Sinter Klaas" o "Sinter Claes". Cuando los holandeses llegaron al Nuevo Mundo y fundaron en el temprano siglo xvil un lugar llamado Nueva Amsterdam (luego rebautizado Nueva York) trajeron consigo sus costumbres Sinter Klaas, y la primera iglesia que erigieron llevó su nombre.
La pronunciación americanizada de Sinter Klaas fue "Santa Claus", y éste pronto se convirtió en su apodo. En poco tiempo Santa Claus perdió sus raíces mediterráneas para convertirse en una figura global, común a todos. A esta altura de los acontecimientos la iglesia cristiana lo prefería a muchas otras figuras más paganas y folclóricas, pues al fin y al cabo estaba basada en un auténtico santo, y por consiguiente era más apto para desempeñar el rol de generoso distribuidor de regalos.
El siguiente paso fue el de simplificar las festividades invernales demorando en dieciocho días su arribo, pasándolo del 6 de diciembre a la víspera de Navidad, e incorporándolo de esta manera a las fiestas navideñas. Para contrarrestar cualquier oposición a esta medida se les dijo a los niños que debían hacer listas de los regalos que deseaban y dejarlas convenientemente a mano para que Santa Claus pudiese reunirlos y tenerlos listos para su entrega la víspera de Navidad. Hacía ya tiempo que estos obsequios habían superado el nivel de simples golosinas para convertirse en juguetes y presentes de todo tipo, y poco a poco el viejo santo fue convirtiéndose en el moderno Santa Claus.
En este proceso perdió su apostura estilizada para convertirse en un ser rollizo y alegre (en realidad con su larga pipa de arcilla comenzó a adquirir un gran parecido con uno de los tempranos colonizadores holandeses), y se hizo más benévolo. El viejo Sinter Klaas sólo premiaba a los niños buenos, e incluso los sometía a interrogatorios para constatar si sabían sus oraciones. Para los niños malos traía bastones con los cuales azotaba, aunque este castigo parece haber constituido más una amenaza que una realidad y eventualmente fue desterrado por completo por no armonizar con el alegre espíritu navideño.
Santa se convirtió en un tío benévolo que recorría el mundo con su alegre jo-jo-jo y la sola misión de hacer felices a los niños en Navidad independiente de su comportamiento durante el año. Para 1870 esta querida y novedosa figura había llegado a Inglaterra procedente de América, y pronto se fusionó con Papá Noel.
El viejo Papá Noel sufría la desventaja de no haber sido pródigo con sus regalos. Esto, en la era victoriana inglesa, fue enmendado tomando sólo el nombre de Papá Noel para amalgamarlo con la personalidad de Santa Claus y así crear nuestra propia e inmensamente popular figura navideña.
Para disgusto del sector mas piadoso del clero, la figura de Santa eventualmente se hizo más popular que la de Jesús con los niños modernos. Esto enfureció a ciertos elementos de la Iglesia quienes, no obstante, no pudieron impedir su ascenso al más alto sitial de la festividad navideña. Tan recientemente como en 1950 su efigie fue quemada por el clero francés, y en 1969 el papa Paulo VI llegó a "degradarlo", pero nada podía detenerlo. Papá Noel, alias Santa Claus, había llegado para quedarse.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

11/12/18

¿POR QUE DECORAMOS EL ARBOL DE NAVIDAD?

La decoración de un árbol de Navidad implica mucho más que un mero deseo de hermosearlo, y de nuevo nos encontramos en el reino del ritual pagano.
En las épocas del oscurantismo, cuando la gente creía en los espíritus arbóreos, decoraba los árboles en invierno. Cuando los árboles perdían sus hojas en el otoño se creía que los espiritus los hablan abandonado, lo cual daba lugar al temor de que, a menos que se hiciese algo al respecto, podrían no regresar la próxima primavera. Si esto sucedía los árboles permanecerían desnudos y no darían frutos.
Para estimular el regreso de los espíritus se colgaban a los árboles decoraciones hechas de piedras pintadas y telas cobreadas, y la idea era que esto los tomaba tan atrayentes que los espíritus pronto regresarían para habitarlos. Para felicidad de todos la treta daba optimos resultados, y cada año, en primavera, reaparecían las hojas.
Esta costumbre de la vieja Europa precedió la idea de introducir un árbol en la casa para Navidad. Los árboles se decoraban estando afuera, y cuando surgió el hábito de introducir pequeños abetos en las casas pareció natural agregarles decoraciones similares, aun cuando los abetos no perdían sus hojas por ser siempreverdes.
En el refugio de una habitación las decoraciones se tornaron más variadas. Ristras de pequeñas cuentas de vidrio, previamente usadas para decorar los brazos de candelabros de madera, fueron transferidas a los nuevos árboles de Navidad, y asimismo se colgaban frutas, panes de gengibre y caramelos de varias clases. También se agregaban ornamentos de papel en forma de rosas en homenaje a Nuestra Señora. Con frecuencia se iluminaban los árboles con velas, no con fines decorativos, sino porque simbolizaban a Cristo como "La Luz. del Mundo".
Todo esto sucedió mucho tiempo atrás en Alemania, y las reseñas más tempranas que poseemos datan del siglo XVII. Con posterioridad, en el siglo XIX, mediante casamientos convenidos la realeza alemana se propagó por Europa, y con ella sus árboles de Navidad con sus decoraciones.
Para fines de la era victoriana los Arboles decorados se habían propagado por doquier, y la manufactura de sus adornos se comercializó cada vez más. Hoy en día son casi siempre comprados hechos, y las velas, consideradas de tiempo atrás como peligrosas, fueron reemplazadas por pequeñas bombitas eléctricas de colores que más hacen pensar en una feria que en una sagrada simbolización de la "Luz del Mundo".
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.


26/12/17

EL DIA QUE LA NAVIDAD FRENÓ UNA GUERRA

En diciembre de 1914 se acercaba un frío día de Navidad, y las tropas británicas y alemanas se enfrentaban a través de un angosto trecho de suelo europeo. Las condiciones imperantes en ambas trincheras eran espantosas, el tronar de los cañones incesante y el ruido ensordecedor. La oficialidad británica había tomado escasas previsiones para celebrar la Navidad. Tenían órdenes de tratar esa jornada como cualquier otra, y seguir peleando, y lo poco y bueno que pudieron hacer sus cansadas tropas fue recoger unos restos de ramas de acebo como patético recordatorio de las festividades que con seguridad tendrían lugar en sus lejanos hogares.
Los alemanes estaban mucho mejor organizados. Para elevar la moral de sus tropas habían hecho enviar canastas con comida y árboles de Navidad a las líneas del frente con la intención de estimularlos a pelear mejor, pero esta bien planeada estrategia tuvo precisamente un efecto contrario. En lugar de aumentar la agresiva lealtad de los soldados el gesto detuvo por completo las hostilidades.
La verdad es que el común de los soldados alemanes no odiaban a sus pares ingleses ni viceversa, y si procuraban matarse unos a otros, era pura y exclusivamente para satisfacer la arrogancia y sed de sangre de sus autridades. El espectáculo de todos esos arbolitos afectó muy hondo a los sentimentales alemanes. La víspera de Navidad los decoraron como mejor pudieron para exhibirlos en los parapetos de sus trincheras. Luego, a medianoche, dejaron de disparar sus armas y comenzaron a cantar villancicos, y algunos hasta consiguieron instrumentos musicales para acompañarse.
Las congeladas tropas británicas, escondidas en sus trincheras, sintieron alarma y desconcierto ante el repentino y extraño silencio, seguido por los acordes de Stille Nacht, y al asomarse comprobaron asombrados que los soldados alemanes habían emergido de sus escondites, y ocupaban en actitud pasiva la tierra de nadie. Con temor nervioso los ingleses se les unieron, y tuvo lugar una improvisada tregua.
Los villancicos continuaron durante toda la noche, los enemigos cantando juntos, y a medida que pasaron las horas tuvo lugar un extraordinario intercambio de regalos. Los ingleses ofrecieron cigarrillos y budín de ciruelas. Enemigos mortales se estrecharon las manos e incluso se abrazaron, mostrándose fotografías de sus respectivas familias, y durante un breve interludio la idea de matar se borró de sus mentes.
A la mañana siguiente, día de Navidad, desde las trincheras alemanas se escucharon gritos de "Feliz Navidad, Tommy" ("Tommy", nombre por el cual se conoce al soldado inglés). Luego ocurrió algo insólito. Poniéndose de acuerdo sobre un punto intermedio entre ambas posiciones, ingleses y alemanes protagonizaron lo que debe ser el más raro partido de fútbol en la historia de ese deporte.
En cierto momento del día un soldado alemán disparó su arma accidentalmente, y de inmediato envió una carta pidiendo disculpas a los ingleses.
Es de lamentar que la mágica navideña no tuviera proyección. Las autoridades arrogantes, furiosas ante ese inesperado brote de paz, emitieron órdenes en el sentido de que en el futuro, la penalidad por fraternizar con el enemigo sería la muerte, y dado que la perspectiva de morir por una bala casera era mayor a la de sucumbir al fuego enemigo, los jóvenes regresaron a sus trincheras y a la macabra tarea de despedazarse mutuamente.
Se dice que en algunos lugares del frente la tregua informal llegó a durar tanto como un par de días, una semana, y en cierto sector seis semanas, pero lo cierto es que la mayoría de las tropas sólo dejaron de disparar sus armas durante el breve período del día de Navidad mismo.
No obstante habla de manera elocuente de la profundidad del sentimiento que entraña la Navidad el hecho de haber logrado, aun por unas pocas horas, detener la locura humana de la guerra.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

NUESTRO PRIMER ARBOLITO

Sabido es que el árbol es una tradición del Norte de Europa y que poco tiene que ver con lo Cristiano y español. En la vieja Buenos Aires, la Navidad se esperó siempre con un retablo o un pesebre, hasta que un 24 de Diciembre de 1828, se iluminó una casa en el Barrio del Alto (De la Plaza de Mayo al Sudeste) que alarmó a los vecinos. Era un pequeño abedul con decenas de velitas encendidas entre sus ramas que parecían estrellas. De este pendían Juguetes, muñecas, cornetas, soldaditos, cañoncitos y tambores reflejando los colores del arco iris. Debajo, montañas de caramelos, chocolates, mazapanes y turrones. Sentado al lado del pino, oculto el rostro en largas barbas y envuelto en una capa roja, el primer Papa Noél del Plata: un inglés.
Mister Miguel Himes, conocido luego como El inglés del arbolito, llegó a Buenos Aires en 1807, durante la segunda invasión Inglesa. Luchando contra los Criollos cayó herido en la actual calle Bartolomé Mitre (Antes de la Piedad) en la puerta de la familia Terreda, que no solo lo curó sino que lo retuvo hasta que las tropas inglesas se marcharon. Se dice también, que este era hijo natural de Jorge de Inglaterra luego Jorge IV, rey de la Gran Bretaña. Miguel Himes, debido a que Jorge no tuvo otro hijo legitimo, hubiera sido el heredero al trono de no haber, a los 18 años, arrojado al Támesis el anillo real y los papeles que probaban su origen, embarcándose al Plata, quizás solo para encender, veintiún años después, aquel arbolito que nos cambiaría la tradición para siempre...

Fuente: "La Pequeña Aldea. Vida cotidiana en Buenos Aires 1800-1860", Fabian Uccello, Ed. Eudeba, Buenos Aires 1999.

PORQUE SE CONSIDERA DE MALA SUERTE DEJAR LOS ADORNOS DE NAVIDAD COLGADOS DESPUES DE LA DUODECIMA NOCHE

Tiempo atrás se creía firmemente que el dejar en exhibición las decoraciones navideñas después de la duodécima noche ocasionaba desastres; se esgrimían dos razones.
Para comprenderlas es importante recordar que en aquellos días todas las decoraciones eran de algún tipo de verdor natural, y que se las colocaba dentro de las casas para suministrar a los espíritus arbóreos un seguro refugio durante los crueles días de invierno. Acabado este período, coincidente con las festividades navideñas, se hacía necesario sacar afuera las plantas para liberar a los espíritus y así reintegrarlos a su medio natural. El no hacerlo significaba que la vegetación no podría reanudar su ciclo de crecimiento a medida que el invierno se alejaba, lo cual podía acarrear un desastre agrícola.
La segunda razón está relacionada con lo que sucedería dentro de la casa de quedar allí expuestas las decoraciones. Pese a su tremenda gratitud por la protección acordada dentro del verdor navideño los espíritus arbóreos estaban ansiosos por regresar a su hábitat natural no bien cesaba el invierno, y de ser obligados a permanecer entre paredes, a medida que los días se alargaban y el tiempo mejoraba, se tornarían dañinos y con el tiempo abiertamente hostiles, provocando estragos en la casa hasta tanto lograr su liberación.
Con el paso del tiempo el período navideño se acortó en todo un mes para quedar en doce días; para terminar con el clima festivo también se adelantó en un mes la costumbre de retirar los adornos y sacar afuera las plantas. Esto significó que los espíritus arbóreos gozaban de un muy breve alivio de los rigores del invierno, pero ya la razón original de decorar la casa con ramas verdes empezaba a caer en el olvido. Otro ritual pagano de adoración de la naturaleza iba camino a transformarse en poco más que una costumbre popular, una "vieja tradición", obedecida pero no comprendida.
Hoy todavía a la gente le sigue inquietando eso de dejar en exhibición las decoraciones navideñas después de la Duodécima Noche, pese a que lo que más está a la vista son tarjetas navideñas producidas comercialmente. La superstición persiste, pese a que los espíritus arbóreos han sido enterrados por el olvido y carecen de significación.
¿Será en verdad así? Conviene recordar que miles de árboles son derribados para hacer el papel con que se confeccionan los millones de tarjetas de Navidad que enviamos cada año. Tal vez una manera moderna de apaciguar los espíritus arbóreos sería la de reciclar todo ese papel, para salvar así las vidas de tantos árboles al año siguiente.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

¿POR QUE ENVIAMOS TARJETAS DE NAVIDAD?

Porque Sir Henry Cole no pudo enfrentar la perspectiva de enviar cartas escritas de su puño y letra a su enorme círculo de parientes, amigos y conocidos cada Navidad.
Cole era un hombre atareado y enérgico que siempre encaraba nuevos planes y proyectos, el Museo de Victoria y Albert, el Real Colegio de Música, el Albert Hall y hasta los Baños Públicos fueron productos de su emprendimiento.
A comienzos de la década de 1840 Cole pidió a un miembro de la Real Academia de nombre John Horsley que le diseñara una tarjeta de Navidad. Horsley entregó el encargo en noviembre de 1843, y Cole mandó imprimir mil copias sobre una resistente cartulina por el procedimiento de litografía, y luego las hizo colorear a mano. Fueron vendidas en el número 12 de Old Bond Street en Londres, donde Cole publicaba libros ilustrados para niños, al precio de un chelín cada una, pero el proyecto fracasó pues el público no estaba aún preparado para este tipo de saludo navideño. Cierto sector puritano hasta lo halló de mal gusto.
Cole evidentemente se había adelantado a su tiempo, y cabe preguntarse cómo llegó a inventar algo que con posterioridad se tornaría inmensamente popular a escala mundial. ¿Qué influencias lo movieron a crear la primera tarjeta comercial navideña?
Ya existían tarjetas de salutación de otros tipos que pudieron haberle dado la idea. Tarjetas de Año Nuevo existían y eran moda desde el siglo XV en Europa, y en Inglaterra eran populares las tarjetas de San Valentín. También era común que a los escolares ingleses se les asignara al final del período de invierno la tarea de diseñar "piezas de Navidad" para sus padres. Estas consistían en hojas de papel cuyos bordes estaban adornados con motivos estacionales, dentro de las cuales debían redactar en su mejor caligrafía un mensaje de amor navideño.
Otro importante ingrediente sumó su influencia. En el año 1840 el costo de despachar correspondencia sufrió una drástica revisión. Con anterioridad enviar una pequeña carta costaba cuatro peniques, suma importante en aquel tiempo, pero la dramática reforma introdujo la estampilla postal y el franqueo se redujo a un penique, lo cual tomó financieramente viable el envío de grandes cantidades de tarjetas navideñas. ¿Quién fue el activo secretario de la comisión que promovió la reforma postal? ¡Pues quién sino el mismísimo "padre de la tarjeta de Navidad", Henry Cole!
Pese al fracaso de su proyecto inicial, otros seguirían eventualmente el ejemplo de Cole. Alrededor de 1860 se descubrió un nuevo método para imprimir en colores, que permitió reducir el precio de las tarjetas. Luego, en 1870, se innovaron una vez más las tarifas postales al introducirse una nueva estampilla de medio penique para cubrir el franqueo de tarjetas, lo cual motivó un verdadero diluvio de cartones navideños, muchos de ellos sensiblemente mejorados en su diseño y elaboración. Se hicieron tan populares y generaron tanto placer que, inevitablemente, algunos Scrooges* (Malvado personaje de los Cuentos de Navidad de Charles Dickens) navideños hicieron oír sus protestas. Una iracunda carta dirigida al diario The Times en 1877 las condenaba como un "mal social". Pero ya nada podía detenerlas, y hoy en día, solamente en Gran Bretaña, más de mil millones pasan por el correo cada diciembre.
A mediados del siglo XIX los Estados Unidos importaron algunas tarjetas inglesas, pero en 1875 descubrieron su propio "padre de la tarjeta navideña", un inmigrante alemán de nombre Louis Prang, experto litógrafo. Vivía en Boston, y pronto su negocio prosperó gracias a esta nueva moda.
Tal vez uno de los más sorprendentes rasgos de las primeras tarjetas sea la manera en que evitaban todo tipo de imaginería cristiana. La primera, diseñada por Cole, exhibía como motivo central a una alegre familia en evidente actitud de ingerir grandes cantidades de alcohol. Sus vasos repletos estaban alzados para brindar, y el mensaje escrito deseaba "Una alegre Navidad y un Feliz Año Nuevo para Ti". Este mensaje ha perdurado, y no es por accidente que la palabra "alegre" se ha convertido gradualmente en sinónimo de "intoxicado". (Algunos victorianos se enfurecieron por el hecho de que la familia de la tarjeta de Cole incluía a niños pequeños bebiendo alcohol.)
Además de celebrar los aspectos festivos de la Navidad mediante Papás Noel de generoso porte, enormes budines y tentadoras botellas de vino, las primeras tarjetas también mostraban una amplia gama de diversiones estacionales tales como juegos de salón, el espectáculo de títeres Punch & Judy, bailes, escenas de patinaje sobre hielo, hombrecitos de nieve, parejas compartiendo crackers y personas descolgando regalos del árbol.
Otras tarjetas victorianas mostraban paisajes nevados, muérdago, rosas, arreglos florales y, aunque parezca extraño, desnudos de niñas pequeñas que apenas habían alcanzado la pubertad. (Esto tiene que haberle resultado especialmente desagradable a quien diseñó la primera tarjeta de Navidad, John Horsley, quien alcanzó tal fama en su campaña contra los desnudos en el arte que se ganó el mote de "Horsley, el vestido".) Raramente se veían imágenes sagradas tales como escenas de la Natividad o a tres reyes siguiendo a una estrella.
El porqué de este prejuicio no deja de ser un misterio. Tal vez se juzgó a la tarjeta navideña demasiado trivial para ser portadora de mensajes religiosos, o acaso —como se hace cada vez más evidente a medida que se observa más de cerca la Navidad— el elemento cristiano nunca ha sido tan prominente como sería de desear.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

21/12/17

POR QUE LA NAVIDAD DURA DOCE DIAS.

"El décimo día de Navidad mi amor sincero me envió
Doce caballeros saltando, once damas danzando,
diez gaiteros tocando, nueve tambores redoblando,
ocho mozas ordeñando, siete cisnes nadando,
seis gansos empollando, cinco anillos de oro,
cuatro pájaros negros, tres gallinas francesas,
dos tórtolas y
una perdiz en un peral."

Todos conocen estos versos, pero ¿por qué deben ser doce días? La respuesta es que según la tradición esa cantidad de días precisaron los Tres Reyes para dar con el paradero del Niño Jesús. Su arribo el duodécimo día dio lugar —muchos siglos después— a la creación de la Fiesta de la Epifanía. Celebrada primero en Francia, en tiempos medioevales, luego se difundió por el mundo entero.
Tiempo atrás el tiempo de Navidad duraba mucho más, pero tuvo lugar un movimiento para hacer que los labriegos regresaran a sus labores con mayor premura, y en consecuencia la etapa festiva fue acortada de modo de concluir la Duodécima Noche, el 6 de enero. El lunes inmediatamente posterior a la Epifanía se llamó el Lunes del Arado por ser el momento en que se esperaba a los labriegos de regreso en sus faenas.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

LA TRADICIÓN DE LOS VILLANCICOS

Hoy en día los villancicos tienden a ser tan santificados que olvidamos cómo eran anteriormente. En honor a la verdad, en su forma original se preocupaba mucho más por los placeres de la carne que por la "Noche Santa". Unas pocas líneas de un villancico navideño cantado en 1642 nos dará una idea de lo que tenían en mente los cantores de aquella época:
Las dos primeras líneas dicen: "Venid muchachos locos, animaos pues ya está aquí la Navidad", y prosigue: "Comamos y bebamos libremente pues nada debemos pagar", y termina con: "dejad vuestros remilgos y atacad los pastelitos * (Juego de palabras en torno a la palabra mince que significa tanto "andar afectadamente" como "desmenuzar o picar la carne" pastelitos de
carne picada); seguid mi consejo y dejaos guiar por los sabios".
Conviene recordar estas palabras para refutar a quien se queje del modo en que la naturaleza sagrada de la Navidad ha sido mancillada por la codicia moderna. Nada de moderno tiene la obsesión navideña de pasarlo bien, pero ¿cómo comenzaron los villancicos?
Los más tempranos villancicos navideños ingleses datan del siglo XIII, eran originalmente franceses, y se cantaban como parte de una danza en ronda. En aquellos tiempos la música religiosa era muy solemne y en gran medida limitada a los monasterios, y como consecuencia las iglesias pequeñas carecían de música sacra para acompañar sus oficios pues la gente era mayormente analfabeta e incapaz de leer música, de modo que los villancicos proporcionaban una alegre alternativa para el pueblo en general.
Por desgracia las representaciones se desmandaron e incomodaron al clero; tomaron la forma de piezas teatrales en lugar de ceñirse a la simple expresión vocal. Se recrearon escenas de la natividad dentro de las iglesias que adquirieron excesiva realidad, como por ejemplo aquellas en que María hacía su festiva aparición montada sobre el lomo de un burro.
Las representaciones que acompañaban los cantos se hicieron demasiado realistas, y alarmaron al clero con la intromisión de tanta diversión en las casas sagradas. Cuando los cantores agregaron baile a los cantos, se decretó la prohibición de los villancicos dentro de las iglesias, calificándolos de "diabólicos".
Prohibido el ingreso a las casas sagradas, los cantores de villancicos debieron ambular por pueblos y ciudades cantando para la gente común, que amaba esas canciones. Esa costumbre se mantiene y explica por qué hoy en día recibimos las tradicionales visitas, casa por casa, durante las semanas anteriores a la Navidad.
Hoy los villancicos han quedado desligados de los bailes y las licenciosas representaciones de antaño, y se han convertido en algo tan respetable que la mayoría de las catedrales e iglesias organizan conciertos de villancicos, permitiendo así el retorno de una antigua tradición que en un tiempo fue condenada como obra del demonio.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

19/12/17

¿POR QUE PAPA NOEL LLEVA ESA VESTIMENTA?

Quizá resulte difícil creerlo, pero el moderno Papá Noel o Santa Claus debe su vestimenta no a una antigua leyenda o temprana mitología sino a la Coca-Cola Company, y a continuación presentamos evidencias concretas para avalar nuestra extraña afirmación:
Hace mucho tiempo Papá Noel era presentado luciendo los más variados atuendos, a veces verdes, púrpura, celeste, azul oscuro, marrón o rojo, y algunas ilustraciones lo mostraban como una figura multicolor vestido con, por ejemplo, pantalones azules, chaleco amarillo y chaqueta roja. En algunos casos sus vestiduras mostraban adornos de piel marrón, negra o blanca, y a veces se lo veía cubierto íntegramente de pieles o de cueros.
En la cabeza solía llevar una corona de muérdago, un sombrero de copa, un casquete, un gorro de dormir o una puntiaguda capucha. En algunas ocasiones se lo presentaba
luciendo una corona hecha de copas de vino o de botellas, y con frecuencia sus manos sostenían un generoso vaso de vino.
También era habitual mostrarlo fumando una pipa de arcilla.
Asimismo variaba el corte de sus ropas que podían ser un sacón largo con zapatos o pesadas botas negras. A veces, en su rol de Papá Noel, se asemejaba a un próspero borrachón, y en otras ocasiones, en su rol de San Nicolás, más parecía un airoso obispo. En otras palabras, tiempo atrás distaba de ser una figura uniforme, y aquí ni siquiera nos es de utilidad Clement Moore quien dijo simplemente:
"Vestía con pieles de pies a cabeza, con sus ropas manchadas de ceniza y hollín."
Más tarde, y con frecuencia, se lo mostraba ataviado con un confortable enterizo de piel, pero el siglo XIX no produjo un estilo dominante.
Todo esto cambió alrededor de 1930. La Coca-Cola decidió utilizar a Papá Noel en su campaña publicitaria invernal, y en 1931 contrató a un artista norteamericano de nombre Haddon Sundblom, y le encomendó la misión de recrear y precisar la figura del viejo caballero. La imagen de Sundblom inundó el mercado desde comienzos de la década del 30 a comienzos de la del 60, y se convirtió en la imagen del obsequiador navideño.
De la variedad de colores que engalanaban las ilustraciones anteriores, Sundblom escogió aquellos que hacían juego con los colores oficiales de la Coca-Cola —rojo y blanco— y para cuando concluyó su campaña ya nadie pensó en mostrar a Santa Claus o Papá Noel en otros colores que no fuesen esos.
Descartó la corona de muérdago, el sombrero de copa, la mitra obispal y la capucha puntiaguda, seleccionando en cambio un gorro de dormir suelto, rojo con ribetes blancos y un pompón de idéntico color en la punta.
En reemplazo del enterizo de piel o un largo sacón, diseñó una túnica que llegaba hasta los muslos, ajustada por un ancho cinturón negro, la cual, como el gorro, lucía ribetes de piel blanca. También rojos eran los pantalones, enfundados en pesadas botas negras.
Desaparecieron los vasos de vino y la pipa de arcilla, reemplazados.., por qué otra cosa sino por una inofensiva botella de Coca-Cola. El viejo borracho de la pipa se convirtió en personaje circunspecto, vestido con alegres colores disneyanos, que exudaba alegría y generosidad de tío dispendioso. En suma, un visitante navideño higienizado, estrictamente para niños, que barrió con todos sus antecesores. Por la vía del cine trascendió las costas norteamericanas para convertirse en imagen mundialmente reconocida.
En la Gran Bretaña actual la mayoría de los Santa Claus responden al diseño americano, pero aún se ve la vieja versión de largo gabán, en especial en el norte. Hemos adoptado los colores rojo y blanco, pero parecemos renuentes a hacerlo con el gorro de dormir americano, prefiriendo retener la capucha que se nos antoja más digna.
Puede llegar a escandalizar a algunas personas el pensar que un fenómeno tan moderno como la Coca-Cola ha llegado a influenciar algo tan tradicional como la Navidad, pero a través de su historia las campañas publicitarias de esta empresa siempre han captado expertamente la tónica del momento. En la década del 30, durante los años de la Depresión, deben de haberse percatado que la gente deseaba una imagen cálida y generosa, y eso se lo dieron con esta nueva y querendona figura de Santa Claus. Con la llegada de los alocados años 60 de pronto pareció estar fuera de foco y fue prestamente reemplazado por las estrellas pop del momento, pero ya la imagen de Papá Noel creada por la Coca-Cola estaba firmemente establecida y, según sus propias palabras, "los cuadros del Santa de Sundblom habían capturado los corazones de todos para convertirse en la aceptada representación del viejo y alegre duendecillo".

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

18/12/17

¿POR QUE PAPA NOEL BAJA POR LA CHIMENEA?

A los niños suele decírseles que cuando Papá Noel (o Santa Claus) visita sus hogares, lo hace introduciéndose por la chimenea. Esta representa una curiosa manera de acceder a una casa, y se ha recurrido a algunas ideas ingeniosas para explicar tal proceder.
Algunas autoridades relacionan este ingresar por la chimenea con la primitiva adoración del fuego, pero no existe evidencia que soporte esta teoría. Otros lo atribuyen a una vieja costumbre según la cual se limpiaban las chimeneas el día de Año Nuevo para permitir el ingreso de la buena
suerte durante el resto del año. Tal costumbre puede haber existido, pero no hay nada —salvo la conjetura— que la vincule a Papá Noel o a Santa Claus.
Para comprender la verdadera explicación del ingreso por la chimenea es importante recordar su origen. Todas las referencias modernas remiten al famoso poema "Una visita de San Nicolás", escrito en 1822 por el estudioso norteamericano Clement Moore a sus seis hijos jóvenes. En este poema describe a San Nicolás llegando en un trineo tirado por renos y aterrizando en el techo de su casa. Salió al exterior para ver qué sucedía:
"Entonces, en un santiamén oí sobre el techo la danza de los pequeños cascos, y al volver mi cabeza para retirarme
Santa Claus, de un salto, bajó por la chimenea".
Moore había incursionado en el campo de la antropología, y estudiado una vasta cantidad de mitos y leyendas de Navidad antes de sentarse a escribir lo que suponía un simple y puramente imaginativo cuento para niños, cuando en realidad su poema representaba una viva amalgama de una variedad de antiguas tradiciones, y parece que el arribo por vía de la chimenea tiene su origen en Finlandia.
Una vez trasladada la ubicación de la escena de una moderna casa occidental a una primitiva vivienda lapona el elemento de la chimenea se hace obvio. Los antiguos lapones
vivían en pequeñas carpas, similares a un iglú, cubiertas por
pieles de renos, hundidas en la tierra de modo que apenas si la parte superior era visible. La entrada era un hueco en el techo, a la vez vía de escape para el humo de su fuego, lo cual hacía que puerta y chimenea fuesen una misma cosa. De esta manera si Papá Noel/Santa Claus ingresaba por la puerta automáticamente descendía por la chimenea.
El poema de Clement Moore contiene dos importantes claves. Cuando llega el visitante sus renos se oían en el techo, lo cual armoniza con el entorno lapón. Por otra parte entra de un solo salto; no baja la chimenea, se arroja por ella. Esto carecería de sentido tomando en cuenta las altas chimeneas de nuestras casas, pero resulta una descripción perfecta de una choza lapona cubierta por pieles.

En la foto: Antigua chimenea construíca por uno de los pioneros de Bariloche, Don Otto Meiling.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

PAPA NOEL Y SANTA CLAUS

PAPA NOEL
En la antigüedad los hombres temían el duro invierno. Significaba experimentar terribles sufrimientos, y ellos procuraban convencer a las fuerzas de la naturaleza que fuesen benévolas con ellos e hiciesen de ese invierno una estación benigna.
Los vikingos representaban esto, vistiendo a alguien para representar el "Invierno", y lo agasajaban de la mejor manera posible. Los británicos adoptaron esta costumbre, y al representante lo denominaban "Viejo Invierno", "Vieja Navidad" o "Viejo Padre Navidad". Se lo invitaba a participar de todas las festividades, y se le suministraba comida y bebida para mantenerlo de buen humor. Se confiaba en que estos actos simbólicos de alguna manera influenciasen en los elementos.
En esta temprana encarnación Padre Navidad (Papá Noel para nosotros) no era portador de regalos para los pequeños, ni se introducía en las casas bajando por la chimenea. Simplemente ambulaba de casa en casa, golpeaba a las puertas, visitaba a los moradores e ingería comida y bebida, para luego seguir su camino cada vez más alegre.
Mucho después se llegó a confundirlo con Santa Claus, y hoy son para nosotros uno y el mismo, pese a sus muy distintos orígenes.

SANTA CLAUS
Santa Claus comenzó su vida como Nicolás, un santo obispo de la vieja ciudad costera de Myra, en lo que es ahora el sudoeste de Turquía. Hoy podemos ver las ruinas de su iglesia más o menos a una milla del pequeño y moderno pueblo de Decore. Nació el 280 D.C. en la cercana ciudad de Patara, unas ochenta millas costa arriba, y murió el 6 de diciembre de 345 en Myra. Posteriormente su cuerpo fue trasladado a Bari, Italia, donde permanece hasta hoy, y donde cada año se realiza una gran fiesta en su honor.
Se sabe poco de su vida a excepción de una serie de cuentos legendarios, en algunos de los cuales aparece como despojándose de su riqueza para darla a los pobres. En una de esas leyendas se detiene en una posada cuyo dueño poseía la horrible costumbre de hacer escabeche con muchachitos que conservaba en toneles de salmuera, "salándolos como cerdo' para servir a sus parroquianos. Nicolás logró salvar a tres muchachos asiáticos de esa suerte.
Debido a su generosidad al hacer regalos y a la protección que daba a los pequeños, se convirtió en un santo inmensamente popular a través de toda Europa donde se le dedicaron miles de iglesias. En Gran Bretaña solamente superan las cuatrocientas.
En varias regiones surgió la tradición de que si en su fiesta —el 6 de diciembre— los pequeños dejaban algo de comida para su caballo (o burro) él les dejaría unos caramelos, siendo éste el primer paso importante hacia el nacimiento de Santa Claus como dador de obsequios.
El país donde tuvo mayor acogida fue Holanda, y se dice que esto se debe a que fueron barcos holandeses quienes trajeron las primeras noticias de su existencia al norte de Europa. En holandés su nombre se convirtió en "Sinter Klaas" o "Sinter Claes". Cuando los holandeses llegaron al Nuevo Mundo y fundaron en el temprano siglo xvil un lugar llamado Nueva Amsterdam (luego rebautizado Nueva York) trajeron consigo sus costumbres Sinter Klaas, y la primera iglesia que erigieron llevó su nombre.
La pronunciación americanizada de Sinter Klaas fue "Santa Claus", y éste pronto se convirtió en su apodo. En poco tiempo Santa Claus perdió sus raíces mediterráneas para convertirse en una figura global, común a todos. A esta altura de los acontecimientos la iglesia cristiana lo prefería a muchas otras figuras más paganas y folclóricas, pues al fin y al cabo estaba basada en un auténtico santo, y por consiguiente era más apto para desempeñar el rol de generoso distribuidor de regalos.
El siguiente paso fue el de simplificar las festividades invernales demorando en dieciocho días su arribo, pasándolo del 6 de diciembre a la víspera de Navidad, e incorporándolo de esta manera a las fiestas navideñas. Para contrarrestar cualquier oposición a esta medida se les dijo a los niños que debían hacer listas de los regalos que deseaban y dejarlas convenientemente a mano para que Santa Claus pudiese reunirlos y tenerlos listos para su entrega la víspera de Navidad. Hacía ya tiempo que estos obsequios habían superado el nivel de simples golosinas para convertirse en juguetes y presentes de todo tipo, y poco a poco el viejo santo fue convirtiéndose en el moderno Santa Claus.
En este proceso perdió su apostura estilizada para convertirse en un ser rollizo y alegre (en realidad con su larga pipa de arcilla comenzó a adquirir un gran parecido con uno de los tempranos colonizadores holandeses), y se hizo más benévolo. El viejo Sinter Klaas sólo premiaba a los niños buenos, e incluso los sometía a interrogatorios para constatar si sabían sus oraciones. Para los niños malos traía bastones con los cuales azotaba, aunque este castigo parece haber constituido más una amenaza que una realidad y eventualmente fue desterrado por completo por no armonizar con el alegre espíritu navideño.
Santa se convirtió en un tío benévolo que recorría el mundo con su alegre jo-jo-jo y la sola misión de hacer felices a los niños en Navidad independiente de su comportamiento durante el año. Para 1870 esta querida y novedosa figura había llegado a Inglaterra procedente de América, y pronto se fusionó con Papá Noel.
El viejo Papá Noel sufría la desventaja de no haber sido pródigo con sus regalos. Esto, en la era victoriana inglesa, fue enmendado tomando sólo el nombre de Papá Noel para amalgamarlo con la personalidad de Santa Claus y así crear nuestra propia e inmensamente popular figura navideña.
Para disgusto del sector mas piadoso del clero, la figura de Santa eventualmente se hizo más popular que la de Jesús con los niños modernos. Esto enfureció a ciertos elementos de la Iglesia quienes, no obstante, no pudieron impedir su ascenso al más alto sitial de la festividad navideña. Tan recientemente como en 1950 su efigie fue quemada por el clero francés, y en 1969 el papa Paulo VI llegó a "degradarlo", pero nada podía detenerlo. Papá Noel, alias Santa Claus, había llegado para quedarse.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.

24/12/16

PAPA NOEL Y SANTA CLAUS

PAPA NOEL
En la antigüedad los hombres temían el duro invierno. Significaba experimentar terribles sufrimientos, y ellos procuraban convencer a las fuerzas de la naturaleza que fuesen benévolas con ellos e hiciesen de ese invierno una estación benigna.
Los vikingos representaban esto, vistiendo a alguien para representar el "Invierno", y lo agasajaban de la mejor manera posible. Los británicos adoptaron esta costumbre, y al representante lo denominaban "Viejo Invierno", "Vieja Navidad" o "Viejo Padre Navidad". Se lo invitaba a participar de todas las festividades, y se le suministraba comida y bebida para mantenerlo de buen humor. Se confiaba en que estos actos simbólicos de alguna manera influenciasen en los elementos.
En esta temprana encarnación Padre Navidad (Papá Noel para nosotros) no era portador de regalos para los pequeños, ni se introducía en las casas bajando por la chimenea. Simplemente ambulaba de casa en casa, golpeaba a las puertas, visitaba a los moradores e ingería comida y bebida, para luego seguir su camino cada vez más alegre.
Mucho después se llegó a confundirlo con Santa Claus, y hoy son para nosotros uno y el mismo, pese a sus muy distintos orígenes.

SANTA CLAUS
Santa Claus comenzó su vida como Nicolás, un santo obispo de la vieja ciudad costera de Myra, en lo que es ahora el sudoeste de Turquía. Hoy podemos ver las ruinas de su iglesia más o menos a una milla del pequeño y moderno pueblo de Decore. Nació el 280 D.C. en la cercana ciudad de Patara, unas ochenta millas costa arriba, y murió el 6 de diciembre de 345 en Myra. Posteriormente su cuerpo fue trasladado a Bari, Italia, donde permanece hasta hoy, y donde cada año se realiza una gran fiesta en su honor.
Se sabe poco de su vida a excepción de una serie de cuentos legendarios, en algunos de los cuales aparece como despojándose de su riqueza para darla a los pobres. En una de esas leyendas se detiene en una posada cuyo dueño poseía la horrible costumbre de hacer escabeche con muchachitos que conservaba en toneles de salmuera, "salándolos como cerdo' para servir a sus parroquianos. Nicolás logró salvar a tres muchachos asiáticos de esa suerte.
Debido a su generosidad al hacer regalos y a la protección que daba a los pequeños, se convirtió en un santo inmensamente popular a través de toda Europa donde se le dedicaron miles de iglesias. En Gran Bretaña solamente superan las cuatrocientas.
En varias regiones surgió la tradición de que si en su fiesta —el 6 de diciembre— los pequeños dejaban algo de comida para su caballo (o burro) él les dejaría unos caramelos, siendo éste el primer paso importante hacia el nacimiento de Santa Claus como dador de obsequios.
El país donde tuvo mayor acogida fue Holanda, y se dice que esto se debe a que fueron barcos holandeses quienes trajeron las primeras noticias de su existencia al norte de Europa. En holandés su nombre se convirtió en "Sinter Klaas" o "Sinter Claes". Cuando los holandeses llegaron al Nuevo Mundo y fundaron en el temprano siglo xvil un lugar llamado Nueva Amsterdam (luego rebautizado Nueva York) trajeron consigo sus costumbres Sinter Klaas, y la primera iglesia que erigieron llevó su nombre.
La pronunciación americanizada de Sinter Klaas fue "Santa Claus", y éste pronto se convirtió en su apodo. En poco tiempo Santa Claus perdió sus raíces mediterráneas para convertirse en una figura global, común a todos. A esta altura de los acontecimientos la iglesia cristiana lo prefería a muchas otras figuras más paganas y folclóricas, pues al fin y al cabo estaba basada en un auténtico santo, y por consiguiente era más apto para desempeñar el rol de generoso distribuidor de regalos.
El siguiente paso fue el de simplificar las festividades invernales demorando en dieciocho días su arribo, pasándolo del 6 de diciembre a la víspera de Navidad, e incorporándolo de esta manera a las fiestas navideñas. Para contrarrestar cualquier oposición a esta medida se les dijo a los niños que debían hacer listas de los regalos que deseaban y dejarlas convenientemente a mano para que Santa Claus pudiese reunirlos y tenerlos listos para su entrega la víspera de Navidad. Hacía ya tiempo que estos obsequios habían superado el nivel de simples golosinas para convertirse en juguetes y presentes de todo tipo, y poco a poco el viejo santo fue convirtiéndose en el moderno Santa Claus.
En este proceso perdió su apostura estilizada para convertirse en un ser rollizo y alegre (en realidad con su larga pipa de arcilla comenzó a adquirir un gran parecido con uno de los tempranos colonizadores holandeses), y se hizo más benévolo. El viejo Sinter Klaas sólo premiaba a los niños buenos, e incluso los sometía a interrogatorios para constatar si sabían sus oraciones. Para los niños malos traía bastones con los cuales azotaba, aunque este castigo parece haber constituido más una amenaza que una realidad y eventualmente fue desterrado por completo por no armonizar con el alegre espíritu navideño.
Santa se convirtió en un tío benévolo que recorría el mundo con su alegre jo-jo-jo y la sola misión de hacer felices a los niños en Navidad independiente de su comportamiento durante el año. Para 1870 esta querida y novedosa figura había llegado a Inglaterra procedente de América, y pronto se fusionó con Papá Noel.
El viejo Papá Noel sufría la desventaja de no haber sido pródigo con sus regalos. Esto, en la era victoriana inglesa, fue enmendado tomando sólo el nombre de Papá Noel para amalgamarlo con la personalidad de Santa Claus y así crear nuestra propia e inmensamente popular figura navideña.
Para disgusto del sector mas piadoso del clero, la figura de Santa eventualmente se hizo más popular que la de Jesús con los niños modernos. Esto enfureció a ciertos elementos de la Iglesia quienes, no obstante, no pudieron impedir su ascenso al más alto sitial de la festividad navideña. Tan recientemente como en 1950 su efigie fue quemada por el clero francés, y en 1969 el papa Paulo VI llegó a "degradarlo", pero nada podía detenerlo. Papá Noel, alias Santa Claus, había llegado para quedarse.

Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.