Fotografía tomada en el Valle Patos Sur a 2.680 Mts. S.N.M, Provincia de San Juan, el 26 de enero a las 1133hs.
"Su plan de cóndor, de tan vasto aliento,
El Misionero silencioso fragua,
No son valla los Andes a su intento,
Ni la rugiente inmensidad del agua.
La cordillera en cada invierno espesa
Sus aluviones de perpetuos hielos.
Y en cada tempestad el mar ensancha
Su no sujeto límite iracundo:
Que aquélla escala cielos y mas cielos.
Y el agua precipita su avalancha.
Sobre la curva tropical del mundo
Y el Misionero silencioso calla.
Y en la andina ciudad retiene el día
De su primera y su triunfal batalla
Que no es hora propicia para el golpe
De un pálido sol de mediodía
A laborar aprisa, y sin sosiego.
En el callado invierno sin alarmas
Juro hierro someter al fuego
Y convertirlo en vengadoras armas
A no dar tregua en la ciudad patricia.
Ni en el parque y taller del Plumerillo,
A la fragua, el batán, al yunque. al molde,
A la aguja, a la lezna y al martillo
Y a maniobrar de sol a sol.
Mendoza;
Con pie seguro en sus movibles valles,
Es un gran campamento; vivaquean
Cambujos y libertos en sus calles;
Los cholos de rebeldes alardean;
Cantan contra su rey, y de las viñas
En odres beben los cuadrienios jugos,
Y en las dulces miradas de las niñas
Uncen de nuevo los odiados yugos.
¡Ah! ¡Todo el mundo a caballo, y en campaña!-
Truena un clamor de la argentina tierra,
Y todo el mundo se alza contra España
Con el dilema: -¡Independencia o guerra!
El bravo montañés, el heredero
De los dolores de la extinta raza,
En atizar los odios contra el godo,
En franca rebelión, es el primero.
Su varonil espíritu rechaza
Dominaciones, servidumbres…, ¡todo
O nada! -quiere en el natal refugio
De sus bohíos, que el rencor le abruma…
¡Y a borrar el baldón de Vilcapugio,
Y a vengar la vergüenza de Ayohuma!
De valle en valle la noticia cunde
Que el Salvador apareció en Mendoza,
Y por llanos y sierras se difunde:
Y entre el continuo circular del mate
Junto al fogón de la ignorada choza,
Las mentas hablan de un triunfal combate.
¡Y adiós Castilla con sus bravos godos,
Alféreces, justicias, regidores,
Impuestos, alcabalas y tributos
Y forzados servicios y rigores,
Monopolios de oficios y de frutos,
Y cuanto grana y cuanto espiga el suelo
Para fomento de las arcas reales!
¡Y adiós fueros de doctos y de usías,
Fernandinos escudos y blasones,
Prebendas señoriales, regalías,
Tapadas, y tenorios y balcones!
¡Y adiós, oh linajudo castellano,
Que seda y raso y damasquinos gastas!
¡Y el poncho valga, el barragán indiano,
La patria urdimbre y el hechizo lienzo,
Que ya proclama la igualdad de castas
El criollo sableador de San Lorenzo!
En ciudades, y villas y campañas,
Con un ir y venir de gratas nuevas,
Mozos, viejos, paquetes y paisanos,
Se empiezan a alistar para las levas,
Jurando no amainar en la batida
De obligado desquite a los hispanos.
Con voz tonante, en el villorrio, el cura,
A la sombra del tala centenario,
A la patria proclama, la lectura,
Reuniendo en asamblea, al vecindario:
Y al estallar la aclamación, un mozo,
Que en las filas patrióticas milita
Y en arengar al pueblo se ejercita,
Arrebatando aquel papel, se lleva
El viril documento en que palpita
El alma joven de una raza nueva,
Y entrando a la cercana pulpería
Vuélvense. el pueblo una hermandad de amigos
Una constante vidalita, el día,
La noche, un largo retrucar de obligos,
Desde Jujuy notábase y las Punas
Un indemne, insumiso movimiento,
Que a la región andina sacudía
El vórtice de un grande pensamiento
Con los nuevos ideales y fortunas.
Los de Salta y Jujuy bajan del Norte
Montados en los briosos redomones
Del gaucho Güemes, con airoso porte,
A un quejumbroso yaravé
El metro de las bélicas canciones.
A la mitad de su camino alcanzan
Al tucumano, que con firme empeño
Abandona su obraje en los laureles
Y sus surcos de caña; al santiagueño,
Que no lleva otro avío que sus ojos,
Atisbadores de la huyente abeja,
Que labra en troncos de simbol sus mieles.
Tras ellos van los criollos del Ambato,
Gastando el lujo de sus ponchos rojos,
Y encomendando, al clarear el día,
El multiplico semestral del hato,
La suerte de sus hijos a María;
Y luego sigue el perspicaz riojano,
Que el trance salva las llanuras secas,
Al desamparo de su cielo glauco,
Silbando gatos, tarareando cuecas
De las vendimias de su dulce Arauco:
Y el cordobés audaz, que en su tonada,
Alardeadora de sus doctas luces,
Se pinta con sus mañas de paisano,
Viaja a la par del corredor puntano,
Insigne en las batidas de avestruces.
Y aquella romería se encamina
A la ubertosa tierra de alamedas,
Do medra el enviciado carolina,
Do el olivo y la vid se dan abrazos,
Y la morera mueve con sus brazos
La rueca de oro del telar de sedas.
¡Salve, oh raza de heroicos montañeses!
¡Mohinos y aguerridos luchadores,
Ya azoten vuestra carne los reveses,
O la lid os aclame vencedores!
¡Por vosotros culmina la existencia
De esta gran patria de las patrias todas;
Mira aumentar su ejército, a medida
Que su fe en la victoria se acrecienta,
Y el día llega de lanzar su gente
A la grande, invencible, arremetida,
Precipitando sobre el otro lado
De espadas y de sables un torrente,
¡Paso al invicto Capitán y ¡plaza!
A los bisoños tercios que le siguen,
Y que fusil al hombro y sable en mano
El gran ideal de libertad persiguen
Para todas las patrias oprimidas
A lo largo del suelo americano!
La disciplina ingénita transforma
Al montañés intonso en veterano,
A la mesnada rústica en milicia;
Al toque de tambor en línea forma
La zafia y grande división patricia,
Que al rumor de ardorosas clarinadas
Camina y anda, evoluciona y muere
Su mar de bayonetas afiladas.
¡Cómo al patriota espíritu conmueve
E inspira aquel ejército formado
De un día al otro, con genial empeño,
En la historia del mundo destinado
A realizar la idealidad de un sueño!
!Vadear los ríos, ascender montañas,
Salvar desfiladeros, repitiendo
Del Africano y Corso las hazañas;
Convulsionar las oprimidas tierras;
Dominar horizontes y confines,
Caminando por rutas de victoria
El puñado de heroicos paladines
Que llegan a codearse con la gloria;
Izar el blanco y el celeste trapo
En la torre del gótico castillo,
Entregando a las plebes, hecho harapo,
El glorioso y simbólico estandarte
Del honor, de la fe, de la ventura,
Pasa el invierno frígido y brumoso,
Y ostenta la aterida Cordillera
Su espléndida canicie de coloso.
La mira el Misionero silencioso
Circunscribir el límpido horizonte,
Y anonadado al verse tan pequeño
Midiendo su estatura y la del monte
Murmura sin cesar: ” Esa montaña
No me ha dejado conciliar el sueño”
Ya se siente en el patrio campamento
Del Plumerillo, en el risueño valle,
Un grande y obstinado movimiento,
Hervir de gentes y chocar de espadas,
Y, galopando en su piafante potro,
Anda anunciando el oficial Lavalle
Que comienzan las clásicas jornadas.
La histórica ciudad del Misionero,
Como garrida almea se engalana,
Y al aire lanza su canglor guerrero,
Que al despuntar de una feliz mañana,
Abriendo calles el clarin resuena,
Y la tupida multitud renuente
Las avenidas y los parques llena,
Con desgaire triunfal de independiente.
En aquel grande, inolvidable día
Cayó la bendición a nuestro suelo,
Y proclamó la muchedumbre loca
Su fe en el triunfo y en el Dios del cielo,
Con el fecundo grito de su boca.
Respondieron tambores y clarines
Por seis mil silenciosos corazones,
Y el nombre de la patria fue llevado
Por el viento a los últimos confines
Palpitando en las sacras oraciones.
Mas las campanas de las torres callan,
Y no como en los días de victoria
Con jubiloso repicar estallan,
Cantando triunfos y gritando gloria:
Y es que corren, con ruido estrepitoso,
Detrás del escuadrón de pica y lanza,
Fundidas en cureñas y cañones
Por fray Luis el artífice ardidoso,
Arquimedes del parque y la maestranza.
Ha llegado Condarco, el ingenioso
Fabricante de pólvora y batanes,
Que rema con el fuego y con el agua
Enero en la afilada bayoneta ardía
Y en las espadas de bruñido acero.
Y era un largo silencio emocionante
De mar dormido en crepitante calma,
De esas que suelen preceder al trueno
Y a la proterva tempestad del alma.
Cuando rompió la tregua de la vida
El ronco acento del cañón andino,
Que daba la señal de la partida
Al inmortal ejército argentino.
¿Quién es aquel a quien la turba aclama
Con explosión de vítores triunfales ?..
¡Escrito está su nombre en los anales
De medio mundo! – ¡San Martin se llama!
¡El héroe de las druidicas Misiones,
Alto; y fornido, como atleta griego,
Cuya frente enigmática y serena
Se insuflaba en su mundo de visiones
Sobre una inmensa tempestad de fuego;
El ronco Capitán de tez morena,
De aguileña nariz y negros ojos,
Los que, a la sombra fiel de sus pestañas,
Abarcaban las patrias lejanias,
Miraban a través de las montañas!
En su mula, enjaezada a la chilena,
De pie firme y de criollas energías,
Al tranco marcha.
Cubre su melena
El típico falucho; gran capote
Azul turquí, botonadura gualda,
Ribeteado con vivos encarnados,
Su pecho envuelve y musculosa espalda;
Su diestra empuña el coruscante sable,
Que apunta a los altisimos nevados;
Calza su pie la granadera bota
Que a la rodilla da; ciñe en su taco
La nazarena de estrellado bronce
Con que pica a su potro en la derrota
Del enemigo, cuando le abren claros
Las recias cargas del Octavo y Once.
Al lado del gigante Misionero
Va, conduciendo el militar tesoro,
Zenteno, el ascendido tabernero.
Del Estado Mayor gloria y decoro,
O’Higgins marcha, en el momento aciago
Para su Chile, que Marcó avasalla,
A despertar el alma de Santiago
Con la diana triunfal de la batalla.
Las Heras va también, el gran Las Heras
Empuje de los choques resonantes,
Que rompe cuadros, desbarata hileras
Con su aguerrido pelotón de infantes;
A la vanguardia de sus tropas, sigue
Soler, el iniciado del Cerrito,
El primero en trepar con osadía
Las empinadas cuestas de granito.
Lleva a la grupa de las mulas, Plaza,
Para hacerse escuchar, la artillería,
Temistocles de trueno y la amenaza.
Crámer y Conde, con marcial talante,
Guían al siete, iniciador de acciones;
Portus y Freyre, a la Legión volante
De audaces coraceros y dragones;
Mandan a los hercúleos granaderos,
A cuyo galopar tiembla y chispea
La tierra, en polvorosos entreveros,
Escalada, Zapiola, Necochea,
Y Melián, Olazábal y Lavalle,
El que al frente de rápidas patrullas
Corre a probar el temple de su corvo
En los agrios ribazos de Achupallas.
Y aquella armada multitud guerrera
Andando, andando, poco a poco sube
A la patria del águila altanera,
A la tierra del cóndor y la nube,
Cual si su intento gigantesco fuera
Dominar la amplitud del Continente
Desde la última roca de granito,
Interrogar al cielo frente a frente,
Y sondear la intención del infinito…
¡La Libertad en vuestra acción conga,
Anónimos soldados argentinos,
Preclaros héroes de la patria mia!
Desde el Estrecho al Ecuador lejano,
Con la fe de su gloria y sus destinos,
Que el misterioso porvenir escuda,
Una mitad del mundo americano
Al puñado de Apóstoles saluda!"
Adán Quiroga.
Carlos Ravazzani.-