Existen varias leyendas extrañas respecto al uso del muérdago en Navidad. ¿Cuál es la verdad? ¿Por qué tiene esta curiosa planta parásita una asociación tan fuerte con las festividades invernales?
La leyenda oficial cristiana es una ficción encantadora, inventada para colocar la planta bajo el paraguas general del "folklore piadoso". Según la historia existieron en un tiempo enormes árboles de muérdago, de uno de los cuales hicieron la cruz de Cristo. Después de la crucifixión todos los otros árboles de esta especie se encogieron de vergüenza y debieron vivir el resto de sus vidas en calidad de parásitos de otros árboles. Por lo tanto, al introducir una rama de esa planta en nuestros hogares en Navidad, simbólicamente estamos colocando un crucifijo en honor a Jesucristo.
Sin embargo hay ciertos derechos ajenos que deben ser tenidos en cuenta. Para los antiguos druidas también era planta sagrada, en especial cuando se la encontraba creciendo en el más reverenciado de sus árboles, el roble, acontecimiento nada frecuente pues el roble no acostumbra hacer de anfitrión de parásitos. Donde suele crecer el muérdago es en el manzano, de modo que cuando se daba la combinación de roble y muérdago se imponía una ceremonia especial, la cual a su vez daba lugar a un sacrificio ritual.
Dos toros blancos eran traídos al lugar donde roble y muérdago coincidieron, y un druida vestido con túnica blanca subía al árbol munido de una hoz de oro, y mientras otros desplegaban un paño blanco para recoger la planta sagrada, él la separaba ceremoniosamente del árbol. Era importante que no fuese cortada con un implemento de hierro, y que nunca tocase el suelo, pues en ambos casos perdería sus poderes mágicos. Luego ambos toros eran sacrificados, se preparaba una fiesta especial, y del muérdago se hacía una poción para ser usada como cura contra el envenenamiento y, sobre todo, para asegurar la fertilidad de los animales. También las mujeres portaban una rama del muérdago-roble para aumentar sus posibilidades de quedar embarazadas.
Entre sus muchos supuestos atributos mágicos el muérdago gozaba de la reputación de proteger contra los hechizos y la brujería. Una rama de la casa bastaba para ahuyentar los malos espíritus. Esto ha sido utilizado como explicación de la especial ligazón pagana entre el muérdago y la festividad invernal más tarde conocida como Navidad. Estos períodos eran de gran celebración, y se creía que los alegres acontecimientos de este tipo representaban ocasión propicia para atraer el Mal de Ojo y los poderes de las tinieblas, de modo que resultaba natural colgar objetos protectores durante ese tiempo. Sin embargo, no existe evidencia confiable de que esta conexión se haya llevado a cabo excepto en la imaginación de los estudiosos del folklore.
Otra explicación más simple, aunque menos dramática, es que el muérdago no pasaba de ser una planta más que, como el acebo, la hiedra y el laurel, retenía su verdor en Navidad, y por lo tanto resultaba otro elemento útil para la decoración. Verdor de varios tipos fue utilizado desde mucho antes del nacimiento de Cristo para proveer un hogar temporario a los "espíritus de la vegetación" que precisaban de un acogedor refugio durante el crudo invierno. Aparentemente, durante los primeros siglos la gente no era tan quisquillosa respecto a las plantas que utilizaba para este fin, y según cierto escritor, "utilizaba lo que había a mano en materia de verdor".
Dese a los vínculos del muérdago con el paganismo, la costumbre británica de besarse bajo el muérdago parece ser puramente cristiana, y aparentemente comenzó de la siguiente manera:
En el siglo XIV en Gran Bretaña, era tradicional en Navidad colgar una pequeña imagen de la Sagrada Familia cerca de la puerta de entrada de la casa. El pequeño modelo era colocado sobre una plataforma, y ésta dentro de un arco de madera, decorado con cualquier tipo de planta que se mantuviese verde en esa época, ya fuera acebo, hiedra o muérdago, pues en aquellos lejanos tiempos las plantas en sí no poseían ninguna significación. Lo único que importaba entonces era que luciesen frescas y vivas en medio del invierno.
Esta representación de la Sagrada Familia llevaba por nombre Rama Sagrada, y llegada la Navidad el párroco local recorría sus dominios y bendecía cada una de ellas. Toda persona que cruzaba los umbrales de una casa durante la Navidad debía ser abrazada, para demostrar que en esa sagrada época todos se amaban a la manera cristiana, y hacerlo bajo el modelo de la Sagrada Familia tomaba al acto más sagrado.
Con el correr del tiempo el uso de imágenes fue juzgado una idolatría, y el pequeño modelo de la Sagrada Familia debió ser eliminado, pero las viejas costumbres se arraigan y rehúsan desaparecer. Para solucionar el problema la Rama Sagrada fue rebautizada Rama de Acebo,* y los abrazos continuaron pese a que ahora sólo se producían bajo arcos decorados con plantas.
En el siglo XVI el simple saludo del abrazo se hizo más efusivo e incorporó el beso. Luego, hace unos trescientos años, un nuevo elemento se agregó al ritual: Cada vez que un visitante a la casa era besado se arrancaba una de las bayas blancas de la rama de muérdago y al quedar la planta desnuda de bayas el besuqueo cesaba.
Es probable que esto fuese introducido para limitar lo que con rapidez se estaba convirtiendo en una excesiva ronda de besos no tan santos, pero sus efectos se tradujeron en el establecimiento de un vínculo entre una planta, el muérdago, y el acto de besar. Previamente, pese a su extraña historia, el muérdago era apenas una planta perenne más. Ahora, de pronto, se convertía en la "rama del beso".
Andando el tiempo los arcos desaparecieron, y apenas si quedó una ramita de muérdago colgando en el hall de entrada en Navidad.
El muérdago ha mantenido hasta el día de hoy la prerrogativa de permitir que se intercambien besos bajo sus ramas. Su verdadero origen ha caído en el olvido, pero como pasaporte a la intimidad ha retenido su gran popularidad, tomándose más sexual y menos sagrado con el paso de los años.
Así como muchos actos navideños en apariencia cristianos son en realidad de origen pagano, éste es un acto en apariencia pagano que parece ser verdaderamente cristiano, simbolizando el amor de Cristo por toda la humanidad.
Una explicación que rivaliza con ésta se refiere al vínculo pagano de la planta con la fertilidad, lo cual la hacía ideal para "bendecir" un beso sexual. Pese a que suena convincente, se trata de pura conjetura y no existe evidencia que la sostenga. El hecho de que los besos de los primeros cristianos formaban parte de un saludo social desprovisto de toda connotación sexual, invalida lo anterior.
Fuente: “Tradiciones de Navidad”, Desmond Morris, Editorial Emecé, Buenos Aires 1993.